domingo, 22 de febrero de 2009

La chica del banco

No sé si esta historia será un paradigma extraordinario de mi falta de remedio, o será que en este estado, la situación es completamente inexplicable, se tenga remedio o no. ¿Cuántas veces hemos podido escuchar que si no conoces a una persona, no puede enamorarte de ella? Vamos a ir más lejos, ¿qué es realmente enamorarse? He escuchado muchas respuestas a esa pregunta. Y de todas, creo que la respuesta con la que más comulgo es: "Enamorarse es querer compartir la vida con otra persona". Así a secas. También he oído esa respuesta añadiendo el adjetivo "toda" a la vida. En esta nueva frase, ya no estoy tan de acuerdo. Sé que no tengo remedio, y aunque sea bastante tonto, también, por decir algo en mi defensa, sé aprender de la experiencia. Es curioso que un ateo como yo recuerde unas palabras de una monja que fue una catequista y que preparó para la primera comunión a un niñato que no tenía ni idea de en que realmente consistía aquello. Sólo sabía que después habría un fiestorro y un montón de regalos. Ella afirmó que el futuro no existe. Y que el presente, según ella, tampoco. EL presente dura una millonésima parte de un segundo, quizá menos, y luego se convierte en pasado. Por eso, aunque el cuerpo, con sus impulsos irracionales te digan que quizá quieras pasar "toda" tu vida con alguien, una mente entrenada en los zambombazos que da la vida, rechaza absolutamente esta afirmación. ¿Acaso, si te tomas un café con alguien no estás compartiendo ese momento de tu vida con esa persona? Quizá el enamorarse requiera querer compartir algomás de tiempo que lo que dura un café, pero decir "toda la vida" es decir demasiado. Y más teniendo en cuenta las sabias palabras de la monja porque al no existir futuro, es imposible saber qué va a pasar más allá de instante presente.

Como todo buen español, o malo también, debo decir que odio a los bancos. Y quizá yo no tenga más motivos para odiarlos que porque me cobren comisión por decir "Buenos días". El caso es que los odio, quizá por la feroz campaña que existe ahora contra ellos. Y por envidia de que ellos sí puedan robar sin que sean castigados con penas de cárcel. Y que irónica es la vida, aquella mañana que me presenté en la oficina para pagar otro timo de la sociedad que es el IBI, No tienen bastante con subirnos la cuota de la hipoteca cada vez que ellos quieren sino que también, tenemos que pagar impuestos por tener una casa, una vivienda digna que dice la Constitución que tenemos derecho a ella. La verdad es que mejor guardarse la opinión ante algo que no se cumple tan obviamente. Nada más entrar por la puerta del banco, sentí que todo se volvía blanco, como si los caballeros del cisne, de Cristal y de Acuario hubieran unido sus fuerzas para derramar su polvo de diamantes por allí y cubrieran la estela de la criatura más bella que he visto en mi vida. Pensé que el despertador sonatría de un momento a otro. Era tal la magia que desbordaba esta hada que hasta se me olvidó el montón de ocasiones en las que había prejuzgado a una muchacha como estúpida sólo por ser muy bonita. Se me olvidó que yo soy el rey de los sin rmedios, se me olvidó que estaba en uno de mis lugares más odiados, se me olvidó que lo que me pasa a mí no le pasa a nadie... En aquel momento, sólo sabía una cosa. Que ella era todo lo que existía en el mundo. La certeza creció cuando con la voz más hermosa que ninguna hada de los cuentos tuvo jamás, me dijo buenos días y yo respondí torpemente al saludo, mientras notaba que la cuenta de ahorro bajaba un par de euros por la comisión que el banco cobraba por saludar. Quería decirle todo lo que mi corazón bombeaba hacia el interior del alma pero una vez más, me hallé con los prejuicios. ¿Qué va a pensar esa chica que es la primera vez que la veo si le digo que acabo de perder la razón? Estaban tan hipnotizado que hasta se me olvidó que una mujer así estaría más que prometida. Noté el roce de su mano mientras cogía el recibo del IBI y mi razón se marchó aún más lejos. Una escena que le ocurrió a un conocido acudió a mi mente, totalmente embriagada por aquella imagen que detuvo mi tiempo. Mi conocido le dijo a una chica que la quería y ésta, como respuesta, decidió terminar lo que ella consideraba "lo poco que tenía con él" ¿Cómo puede quererme si no me conoce? Aquella pregunta acudió a mi mente. Y la quería, nunca he estado más seguro de algo que de que quería a ese aparición etérea y perfecta. Con las neuronas en el caribe tomando el sol, es posible que a simple atracción física, la desorbitada belleza de la imagen que me mostraba mis ojos, huberan causado en mi impacto tan grande que, al carecer de razón sana, todo se mezclara. Pero yo sigo estando seguro que el corazón sentía una atracción tan inmensa por aquella mujer que podía haber acabado allí mismo mi vida sólo por verla sonreír. Ella me dijo que tuviera un buen día después de cobrar el impuesto. Deseé que hacienda, Endesa, Aquagest, el patronato me mandaran dos millones de facturas para no despegarme nunca de este sitio, para que mis ojos no dejaran de contemplar a la mayor obra de arte que se ha hecho nunca. Pero como todo espectáculo mágico, al salir por la puerta del banco, noté como el caballero del Cisne conseguía superar el cero absoluto, aunque la ciencia diga que es imposible, para cubrir mi existencia con el más helados de los vacíos.

jueves, 12 de febrero de 2009

Cuidado con lo que deseas.

Ya no aguantaba más. La situación era insostenible mirase desde la dimensión que mirase. Pero... No podía acabar con la relación. Desconozco si era cobardía, si era miedo a palabras ajenas en la espalda o qué demonios podía ser. El caso es que estaba seguro que debía ser ella quien acabase la relación. O en su defecto, pillarla en una infidelidad para que las cosas cayeran por su propio peso. Casi prefería esto último. Así la ruptura sería inevitable, y, además, me aseguraba de que su corazón estaba ocupado y, por tanto, no volvería a haber ninguna posibilidad de reconciliación no deseada por ambas partes e impuestas por las fuerzas de la costumbre. Cuánto daño hace la costumbre y la estúpida moral que nos enseñan de niños. También es un peligroso enemigo el conformismo. No luchar por lo que se quiere, o, en este caso, por lo que no se quiere, implica grandes dosis de dolor y de frustración. El cúmulo de miedos que se acumulan en algo que quizá sea el alma es tan variado y diverso que consigue en casi todos los casos paralizar las acciones convenientes y convincentes. ¿Le haré daño si la dejo? ¿Llorará? ¿Me hará sentir como un cabrón? ¿Me afectará eso? Preguntas tan estúpidas como esas acuden a la mente y paralizan nuestros nervios. Aparte del miedo a la soledad que nunca he entendido. ¿Qué hay de malo? ¿No es mejor dormir, quizá después de haber sufrido la tensión de querer decir una palabra y que encontrar sino a un muro blanco para decírsela? Quizá hasta esperes una respuesta en esa frustración.
Incluso soñaba que me tenía que agachar cuando pasara un avión para evitar no romperme los adornos, era tal la ansiedad de que aquello terminara que en los instantes en los que el subconsciente toma el mando, recreaba la escena tan deseada y esperada, la escena que haría imposible un retroceso, la escena que me le liberaría por siempre del presente no deseado. Todavía hay algunos estúpidos que consideran su honor ultrajado ante una infidelidad sin saber que, interpretaciones de infidelidad hay tantas como mentes ¿pensantes? existen en el mundo. Hay personas que piensan que por sentirse atraído ante una persona por cualquier atributo irresistible, ya se está cometiendo una infidelidad a la palabra dada de pertenecer a alguien toda la vida. ¿Eso no es una especie de esclavitud? ¿No se terminó por abolir definitivamente? Yo deseaba firmemente pertenecer a ese grupo de hombres ultrajados en su honor porque su pareja que, reconozcámolo, no es tal, se entregue en cuerpo y alma a un Robin Hood que me liberara de las cadenas que el miedo o la cobardía no eran capaces de romper.
Navidad, cena de empresas. Día de libertad. Con excusa por supuesto. Una noche en la que puedo ser yo, aunque mis amigos a los que he perdido por mis obligaciones conyugales no estén. No he vuelto a aquella pizzería de barrio donde tantas y tantas charlas se mantuvieron. No hemos vuelto a quedarnos hasta el anochecer en la playa para luego ir al cine y terminar un día magnífico. Esos amigos no estarán en la cena, pero sí los compañeros de trabajo con los que misteriosamente, esa noche, parece que te han unido lazos de tiempo infinito. Se llega a un restaurante en los que tu atuendo es imprescindible, como si tu traje marcara el precio de tu valía o, incluso, de tu alma. La cena está asquerosa y la factura que la empresa paga para demostrar su arrogancia, es más asquerosa todavía. Luego un par de copas y a casa. Los baretos se llenan de glamour, de trajes, de música de tercera, te cnasas de ver mujeres que son otras mujeres por una noche, te cansas de la falta de valores, te cansas de la soledad. Y a pesar de lo que te espera al llegar, te quieres ir a casa.

No sé quien dijo eso de que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque puede hacerse realidad. Lo que tanto había esperado, lo que tanto había soñado, por fin se revelaba ante mis ojos. Ella se estaba dando el lotazo con un top model de las revistas. Y ahí volví a mi condición de hombre miserable. Me sentí humillado, ultrajado, y tantos adjetivos despectivos se les ocurran a ustedes. Se estaba cumpliendo mi sueño y dice la tradición que los sueños, si se cumplen, te hacen ser feliz. A mi lado pasó una chica de largos cabellos negros y ojos verdes como un mar turquesa. Preciosa. Pero me sinceré conmigo mismo. Mirarla no hacía más que confirmarme que aunque hubiera pasado una fregona con dos globos, también me hubiera fijado en ella simplemente como venganza al ultraje de mi honor sin darme cuenta que aquella convivencia ya había ultrajado mi honor hasta el límite de no poder caer más bajo. Pero no importaba, no importaba el hastío, el desencanto, la desilusión... Sólo importaba el presente. Y el presente era que me la estaban pegando. A pesar de que hacía una eternidad que ya no recuerdo que había dejado de considerar a aquella persona mi compañera sentimental para considerarla, simplemente, compañera de convivencia envuelta en fatigas. ¡Qué mala son las costumbres y lo qu nos enseñan desde pequeños! Mi sueño hecho realidad y un profundo malestar recorriendo cada partícula de mi ser. Sigo Estrellado en el Mundo se hundió un poco más en el pozo de los sin remedios, que no son capaces de encontrar el camino hacia el equilibrio de la feliciidad ni aún cuando su sueño se está cumpliendo delante de sus narices.