sábado, 4 de abril de 2009

Un remedio para un sin remedio

No podía salir ni siquiera a trabajar sin que su pareja estallara en celos. Al volver a casa, era sometido a un interrogatorio cruel y sin sentido, con preguntas de naturaleza inverosímil y propósito aún más descabellado. Por la mañana, mientras preparaba su café, procuraba actuar con el sigilo del mejor de los espías pues, de lo contrario, se vería sometido a una inspección que ni los técnicos de la ITV son capaces de realizar a los maltrechos motores de las máquinas que nos mueven. "¿Por qué te has puesto colonia?" "¡Estás muy bien peinado!" "Se te ve muy bien para ir a trabajar" ... Mejor degustar el café cargado en silencio, dejando que la mente divague por horizontes perdidos que sentir como la sangre llega a temperaturas poco recomendables.
Cierra la puerta sin que se escuche el más mínimo resquicio de un roce, y se dirige a la estación de metro. En su mente repasa la agenda del día y sabe que a la noche se verá sometido al enésimo interrogatorio de su vida: Su madre le ha dicho que pase por casa. Acaba de llegar de un viaje del imserso y le ha traído un recuerdo de la Costa Brava. Por supuesto, el principal motivo de la llamada es verlo, lleva dos semanas sin hacerlo. Sonríe. Pero es una sonrisa amarga. Tenía celos de su madre. Por más vueltas que le daba a la cabeza, no conseguía atisbar un mínimo sentido a aquella situación.
Llega a su oficina y un compañero le dice que ha recibido una llamada. De ella. Devuelve la llamada, un tanto preocupado por si ha ocurrido algo. Habla durante unos pocos segundos y cuelga. Sus mejillas muestran un color cercano a la cólera y, contra su voluntad, su cabeza plantea la cuestión sobre cuanto tiempo más podrá soportar aquello. ¡Lo había llamado por si realmente había ido al trabajo! Esa habían sido sus palabras. En realidad no había terminado su frase. "Quiero saber si realmente has ido a trabajar o te has ido con otra" Esas palabras eran las que su labios tenían la intención de pronunciar. Se sienta y mira los montones de papeles que están sobre su mesa. Lo único que quiere es darles un manotazo y marcharse a buscar una botella de Chivas a algún lugar para que le calme la rabia que lo embarga. Suspira por enésima vez en lo que va de mañana. Coge una hoja de papel y la mira. Vuelve a ponerla en su sitio. En esa hoja de papel está escrita una noticia sobre un acuerdo al que tratan de llegar los bancos con el ejecutivo, pero él sólo es capaz de "leer" la voz preguntándole mil idioteces. Mira el reloj, aún faltan siete horas y media para la hora de salida...

Coge el teléfono y marca un número que hace un par de años que no marca. Contesta una voz de mujer y otra voz de mujer saluda desde el otro lado.
-Hola, ¡Cuánto tiempo!
-¡Hola! Sí, hace una eternidad y sin embargo, parece tan poco... Por cierto, ¿cómo estás? ¿Qué hay de tu vida?
-Te llamaba para eso, ¿podrías hacerme un favor?
-Me temo que te lo debo.
-¿Podemos vernos en una hora en la cafetería de la Alameda?
-Allí estaré.
La comunicación se corta.Un suspiro de alivio retumba por las cuatro paredes del salón.

Mira su reloj y acaba suspirando de alivio. También se pellizca para asegurarse que no está dentro de un sueño donde la vida le está proporcionando un día de paz. A lo largo de la mañana, el teléfono no ha vuelto a sonar. Su compañero le da una palmada en la espalda y los dos se levantan camino del comedor del edificio donde se ubican las oficinas.

-Perdona que te diga esto, pero estás más loca que una cabra. Ni una regadera tiene más agujeros que tu cerebro.
-Sé que se ve con otra...
-¿Sabes? ¿Seguro?
-Bueno... no. Pero lo presiento y mis intuiciones nunca fallan.
-Ah, ¿sí? Venga, hija, intuye los números de La Primitiva y dímelos cuando haya bote.
-No seas mamona. Entonces qué. ¿Vas a ayudarme?
-No puedo negarme, pero quiero que quede claro que esto es una locura.
-Si se resiste, entonces podré estar segura de sus sentimientos
-Lo conozco desde que era un crío y yo estoy completamente convencida de esos sentimientos de los que tanto dudas.

Llega a casa. Lleva una bolsa con varios recuerdos de la Costa Brava. Del cuarto de baño le llega el sonido del agua caer. Va al cuarto y se desnuda para esperar su turno. Ella sale, lo ve allí en la cama, envuelto en una toalla, con los ojos cerrados.
-Llegas tarde.
Se traga el arrebato de cólera que lo consume.
-Ya te dije que iba a ir a casa de mi madre. Ahí, en la mesa, tienes los recuerdos. Creo que muestran que he estado allí.
-¿Por qué no me has llevado?
-Porque no os podéis ni ver. Siempre estáis echándoos mierda encima y yo estoy hasta los huevos de estar entre la espalda y la pared.
-No me has llevado porque seguramente has llevado a alguna compañera de trabajo que le cae mejor que yo.
Se levanta con ganas de darle una paliza. Pasa por el lado de ella sin decir nada. Se mete en el cuarto de baño y cierra la puerta con el seguro del cerrojo.
Cuando sale del baño, ve que Noelia está en la casa. Le hace un gesto con la cabeza a modo de saludo, sin mirarla, porque no sabe que puede ocurrir si la saluda como se saludan las personas normales. Tampoco le apetece, está demasiado cansado para querer visitas. Vuelve para tomar la cena y se marcha a dormir con la excusa de que ha sido un día malo.


Desapareció hace cinco años. Ni una nota, ni una noticia, ni una llamada, ni un número de teléfono donde localizarlo. Ha llorado todos los días, sin fallar. Está viva porque respira, porque tiene pulso vital, porque le brotan lágrimas... Pero no hace casi nada correspondiente al mundo de los vivos. Apenas come, bebe, ni siquiera se baña todos los días, un ritual sagrado para ella en el pasado. No sabe qué pensar. Está tan cerrada en ella misma que no es capaz de ver que tiene problemas. Y que quizá los ha tenido siempre.

Cuando se acercó su rechazo fue espontáneo. Dos palabras pronunciadas con tono amargo y hostil creyó que bastarían para que se alejara y, sobre todo, le evitara fantasmas imaginarios por parte de su pareja. Al segundo día aceptó un almuerzo a medias. Le gustaba escuchar su voz, incluso consiguió arrancarle una sonrisa tímida, pero cálida y humana, al fin y al cabo. Hasta las personas que se han vuelto de piedra pueden volver a tener sensibilidad con un poco de calor que derrita las férreas barreras de defensa con las que se evitan los daños... y con las que se impide el paso de algunos retazos de felicidad. Al final, ella consiguió hacer que volviera a sentir ganas de vivir.

Sabía que se había buscado su propia ruina. Maldijo aquel día que recordó que le debían un favor. Ahora veía con claridad lo que había hecho. Ahora veía que su propia conducta había hecho que nacieran sus dudas. Nada más. Nadie más que ella había participado en su desdicha. Lo supo aquella mañana cuando al poner el televisor, vio en un acto a un hombre que ella había conocido, apenas había envejecido en cinco años, sus ojos estaban llenos de luz policromada y en su rostro se veía una expresión de absoluta vitalidad. A su lado, respetando a las cámaras y dejando que todo el protagonismo lo ocupara él, pues se lo había ganado, había una mujer morena de ojos verdes que también le era muy conocida. Se llama Noelia. Había una expresión de felicidad en el rostro de aquella mujer a la que hacía cinco años le pidió que cortejara a su marido para asegurarse de la fidelidad de él.