domingo, 10 de octubre de 2010

Parecía fácil

Estaba cansada de todo. Absolutamente todo. El mundo parecía girar para todos los entes vivientes salvo para ella. A aquello había que ponerle remedio y pronto. Se acabaron los escrúpulos que nunca tuvo y las connataciones morales que siempre habían brillado por su ausencia. Ella pensaba que sabía cantar, que sabía escribir y que sabía actuar. Vamos, que una artista "de verdad" tenía poco que envidiarle. Y recordaba todos los casting de OT (pónganle ustedes los significados que consideren oportunos a semejante aberración)en los que le dedicaban buenas críticas y a las primeras de cambio, le enseñaban el camino directo a casa. O la puta editora que le dijo que le mandase la obra y que le daría una contestación, advirtiéndole que si recibía una crítica negativa, era sólo para que aprendiera. Ni negativa, ni positiva, aquel zorrón parecía habérsela tragado la tierra hasta que un día la vio participando en un blog en el que admiraba a su autora. Ella sabía que aquel blog, con sus mil quinientos seguidores, eran mil quinientos ejemplares vendidos, por tanto, la edición era favorable, sólo con se vendiera el ejemplar a diez euros (que luego serían más) el libro ese movería quince mil, mínimo. Negó con la cabeza. Al final, después de todo, lo sabía bien. Funcionaba así. La autora del blog no era superior a ella y ella misma podía verlo. Pero movía a más gente, por supuesto, y por tanto, más dinero.
Recordaba la lucha por el papel protagonista de Madame Collet en una representación de "Luces de bohemia". Y al final su rival se quedó con él. Aceptó su derrota hasta que diez días más tarde, supo que su rival le había hecho buenos favores al director de la obra. Su sangre estuvo hierviendo mucho tiempo...

Todo debía cambiar. Ser humilde, trabajadora y honesta en este mundo era sinómino de pisoteo y aprovechamiento de la propia persona. Tenía que cambiar de mentalidad. Tenía que creerse que podía hacerlo. No podía ser tan difícil. Se miró en el espejo y estuvo delante de él una hora. Probó mil y una poses distintas hasta que encontró la que ella consideraba más favorable. Se veía bonita, único requisito para lo que se proponía hacer. Justo al día siguiente de proponerse su cambio, su asalto a una vida agradable y libre de agobios, tuvo su primera oportunidad de demotrarse a ella misma que podía hacerlo, que iba en serio. Un vecino se la encontró en el ascensor y la invitó a desayunar. El chico estuvo cortejándola con diez mil halagos y piropos de lo más ingenioso, dando a entender algo que, por la razón que fuese, no se atrevía a decir, pero de cualquier modo, resultaba bastante obvio. La guinda del pastel la puso una invitación a cenar el sábado por la noche. Estaba claro. Se conocían desde hacía tiempo, pero cuando se habían cruzado él había agachado la cabeza y dicho un tímido buenos días. Y ahora, después de comparar sus ojos con un desierto de esmeraldas y sus cabellos como una noche de luna llena, la invitaba a cenar a un restaurante de alto prestigio, posiblemente el más caro de la ciudad. Estaba dispuesto a gastarse las tres cuartas partes de lo que le pagaban en el hipermercado que trabajaba en cenar con ella... Pero no, ya había decidido que aspiraba a mucho más. Ella se merecía mucho más. Y cuanto más se miraba en el espejo, más se convencía de ello.

Comenzó a frecuentar en soledad las zonas de más glamour. Las discotecas donde la droga no era adulterada y se servía en bandeja de oro. Su belleza natural hacía que los porteros le hicieran reverencias y la escoltaran hasta el interior del rectángulo de música machacona. Recordaba que, en los tristes botellón con los amigos del barrio, a sus veintiuno, los policías que debían impedir la borrachera, al verla, se unían a la fiesta. Ahora era más o menos igual. La primera noche sintió varios pares de ojos fijos en ella. Su entrenamiento para conservar la altanería dio resultado. Permaneció impasible con la copa de no sabía qué mierda la había invitado el camarero de la barra, con un guiño de ojos incluido. Repitió la noche siguiente. Era sábado. Los mismos espectros, de ojos rojos y olor a humo y alcohol. Una mano llena de anillos de oro blanco a simple vista la invitó a bailar. A un gesto de su mano, la música cambió del "pum, pum, pum" a tiernas baladas para bailar abrazados. Después de dos canciones, se sentaron. Era guapo y sus ojos rojos le daban un aire siniestro que empezaba a resultarle atractivo. El tipo tenía una botella entera del mejor whisky que tenían allí. Y empezaron a dar cuenta de ella. Sacó una bosilta con un polvo blanco y dispersó algo de él sobre la mesa. Los dos respiraron ese polvo y a ella, la embriagó un fuerte dolor de cabeza. El tipo parecía ponerse a tono con el ambiente. Volvió a tenderle la mano llena de anillos y ella la tomó sin ser muy consciente de lo que hacía. Cuando empezó a recobrar su plena conciencia estaba encerrada en una lujosa habitación de hotel y sentía un aliento de olor alcohólico en su cuello dirigiéndose hacia su abultado escote. Había llegado el momento. Era ahora o nunca y debía hacerlo. Si conseguía atrapar a este estúpido, su vida no volvería a conocer las penumbras y sus deseos serían todos satisfechos. Buscó sus labios, los besó con una fingida pasión que parecía real. Y acabó por entrelazar su cuerpo al de él. No debía de ser tan distinto a cuando lo había hecho con los dos novios que había tenido.

Amaneció en sus brazos. Él ya estaba despierto. Y la miraba con ojos que cualquiera diría estaban llenos de pasión. Lucían menos rojos y eran más hermoso, de color miel.
-Pídeme lo que quieras.
Eso no se lo esperaba. Era la primera vez en su vida que sus planes parecían funcionar. Un poco más, si conseguía amarrarlo adiós a los madrugones para ganar unos miserables 900 Euros y encima tengas que agradecer tener el trabajo explotador para ganarlos. Pagar el alquiler y su sueldo reducido a la mitad. Las gasolineras pulsando el botón de subida de combustible cada vez que algún político y parásito hablaba, para al final, ver que vivía al día, ver que si surgía algún improvisto, no podría hacerle frente. Al lado de aquel tipo, que por el motivo que fuese, había sido agraciado con una vida llena de comodidades, pasando las necesarias carencias que todos debemos pagar a cambio de vivir, de sentir todas las maravillosas sensaciones que la vida ofrece, a su lado, todo cambiaría. Podría ir a ver al zorrón de la editora y decirle que ya no la necesitaba, quién sabe si no podría montar su propia compañía de teatro y quitar de enmedio al tipo aquel que la había privado del papel de Madame Collet porque su rival había aprovechado sus encantos femeninos y la debilidad de los hombres. Y... bueno OT no hacía falta hacer nada contra ellos, era tan patético que caería por su propio peso.
-Llévame a almozar al sitio que quieras -dijo al cabo de unos intantes-.

Cuando salieron del hotel, y se dirigieron al estacionamiento privado, vio el vehículo que siempre había soñado. No se podía creer que la noche anterior hubiese venido en él y no hubiese sido plenamente consciente. Sí, definitivamente, este tipo era el final de sus problemas. No podía permitirse un sólo error. Tenía que ser para ella. El motor emitió un rugido potente y el coche salió con una suavidad pasmosa. Cuando entró en la autovía, sus sentidos se embriagaron ante la aceleración poderosa del coche. Cuántas veces había soñado con sentir esa sensación en ese mismo vehículo...

De repente, como si el sueño más placentero y hermoso quisera gastarle una broma de mal gusto, se transformó en una horrenda pesadilla. Vio como el coche seguía acelerando y la aguja del velocímetro marcaba 220. Las sirenas de los agentes de tráfico sonaban y por megafonía le ordenaban que parase. Por supuesto, se comportaba opuestamente a las órdenes. Los agentes dieron aviso de la situación y se tomaron las medidas. Diez kilómetros más adelante vieron como habían montado una barricada con el único propósito de detenerlos. Pisó el acelerador a fondo y el vehículo volvió a acelerar.
-Por Dios, ¿Qué haces? Para el puto coche de una vez. ¡Nos vamos a matar!
-Cállate zorra. Los maderos no me pillarán.
Veía el impacto inminente. ¿Qué hacer? Se acordó de su vecino. Si huibese ido a cenar con él no estaría ahora aquí. no sabía por qué demonios pensaba eso ahora, cuando su vida estaba a punto de acabar. Estaban a escasos 700 metros. Pulsó el botón para librar el anclaje del cinturón de seguridad. Abrió la puerta y se dejó caer. Notó el asfalto quemado como los besos del infierno y se oyó una explosión de varios kilates de calidad. Lo que antes había sido el coche de sus sueños era ahora una hoguera de san Juan. Era imposible que el hombre que iba a sacarla de su vida mediocre y llena de injusticas hubiera sobrevivido. Notó una sombra sobre su cuerpo tendido en el asfalto sintiendo quemaduras de varios grados.
-Así que eres la puta del narcotrafincante, pues tu chulo la ha palmado, pero creo que tú pasarás una buena temporada en la cárcel.

No podía creer lo que estaba escuchando. Pero lo cierto era que mientras los agentes comprobaban que podía levantarse, les estaban esposando las manos.

5 comentarios:

αṉģÿÿ dijo...

Tienes regalos en mi blog,espero q te gustan..besos

http://checktheseblueskiesout.blogspot.com/2010/10/regalitos-para-el-fin-de-semana-para.html

αṉģÿÿ dijo...

Tienes regalos en mi blog,hojala te gusta-besos y feliz finde......

Angy((Out of the Blue))

http://checktheseblueskiesout.blogspot.com/2010/10/regalos-for-weekend.html

AKASHA BOWMAN. dijo...

Un placer leerte en otro registro.

Besos

Juanjo dijo...

Mi querida Akasha, un honor que me leas en otro registro, un registro totalmente opuesto al de las rimas. Este fue el primer blog que creé pero me siento más cómodo en el otro. Aquí sólo pasan cosas "sin remedio".

Gracias, preciosa, un besito grande para ti

Laura S.B. dijo...

Yo también quiero un novio rico, pero que no sea tan temerario que a mi la velocidad me da miedo XD

Que historia tan real y deprimente, cuántas veces nos habremos sentido así. El mundo no está hecho para la gente honrada.