martes, 27 de octubre de 2009

Sé tú mismo

Todavía tuvo la ocasión de cometer el mismo error otras cinco o seis veces. El mismo ritual de lástima y autocompasión del autodesgraciado. Todos los de alrededor podían entender que el amor hace que las fuerzas languidezcan, que los propósitos se borren y que las promesas se olviden. Lo que nadie alcanzaba a entender era esa facilidad para enamorarse perdidamente, como él afirmaba, tanto de palabra como de actuación, con semejante frecuencia. Apenas habían pasado unos días desde que la chica se negara a volver a ir a un lugar donde él estuviese o le dijera en su cara que la dejara en paz y se olvidase de ella para posteriormente desaparecer, cuando sus tentáculos discurrían por el viento costeño acechando a lo que, sin lugar a dudas, puede llamarse víctima. Aquello, según la totalidad del grupo de amigos, sólo podía llamarse desesperación, hastío y cansancio de la soledad. Uno de ellos había propuesto inflar dos globos y amarrarlo a un palo con una fregona que hiciera de cabellera. Luego sólo quedaría acompañar el invento con una cinta donde una voz femenina simulara una conversación y el problema de las depresiones instantáneas quedaría solucionado.
La estampa era la misma. Sus amigos se entretenían jugando al fútbol en la playa y él se colocaba sus auriculares “luismigueleros” y se sumía en un estado de quietud cercano a lo finado. Y ocurrió una tarde que, tras un disparo con bastante fuerza por parte de un delantero, el balón salió desviado con tan mala fortuna que fue a impactar en el cuerpo de una chica que pasaba casualmente por allí. Para terminar de rematar el episodio, el portero, tras una estirada acrobática desesperada por intentar atrapar el balón, fue a chocar contra el cuerpo de la chica terminando de derribarla. Un nudo se hizo en las gargantas tanto del delantero como del portero, que acudieron con una presteza que ni el atleta más capaz hubiera demostrado. La sorpresa se dibujó en sus rostros cuando vieron que la derribada, en vez de mostrar cólera o enfado, mostraba una sonrisa irónica.
–Tenía que pasar por aquí justo en este momento, ¿verdad? Si hubiese pasado medio minuto antes no hubiese ocurrido nada.
Los chicos, sin ni siquiera escuchar las palabras que decía la chica de ojos negros y sonrisa de nieve, con los corazones inundados por el temor y la congoja, le preguntaron si estaba bien y la ayudaron a levantarse. Entre el portero y el delantero la llevaron hasta el lugar donde descansaban sus toallas y pertenencias, ofreciéndole cuanta bebida y comida había en sus mochilas. El bulto que estaba tendido en la toalla, que cualquiera hubiese apostado su vida a que estaba dormido, pareció regresar de un viaje metafísico por los planos de existencia donde la mente teje con hilos de realidad los deseos más profundos. Y en cuanto sus ojos se posaron en la silueta del cuerpo rodeado, comenzó el macabro ritual del desesperado, de completo sin remedio. Se acercó hasta el grupo pero ni una sola palabra salió de sus labios sellados. Sin embargo sus ojos hicieron un análisis exhaustivo de las formas de la silueta de la recién llegada. Poco a poco, los otros chicos se fueron sentando alrededor de la muchacha sin dejarle de preguntar si se encontraba mejor, a lo que siempre respondía de forma afirmativa.
Y así, la tarde llegó a su ocaso. El sol había comenzado a engañar a la vista simulando movimiento y el color púrpura del atardecer había comenzado a pintarse en el despejado cielo. Los chicos, quizá como cortesía, invitaron a la chica a cenar esa noche, aludiendo a una cita que estaba programada hacía tiempo ya y que en realidad, acababa de improvisar. Ella aceptó encantada, agradeciendo tanta amabilidad hacia su persona.
Milagros que de vez en cuando suceden, aquella noche se presentó en aquella vieja pizzería el primero. Siempre era el último, el último con gran diferencia y, cual Son Goku transformándose en un guerrero superior, éste chico se transformaba de manera radical en cuestión de unos minutos. Se diría que se había bañado en una bañera llena de Nenuco, porque hasta los amigos percibieron la fragancia incluso antes de salir de casa. Llegaron dos amigos más y se miraron sonrientes, como si el hecho de verlo allí ya hubiese sido previsto de antemano. Poco a poco, fueron llegando los demás… y al final, ella. Iba vestida con un vestido escotado de color turquesa y como complemento lucía un par de zarcillos de oro. Todos estuvieron de acuerdo en que estaba muy hermosa, todos menos uno, aquel al que la imagen le hizo recordar las ilustraciones de las diosas del Olimpo. Venía acompañada de dos amigas más y después de las pertinentes presentaciones y saludos, se sentaron a la mesa y pidieron el menú. Ella pidió un botellín de agua y él… también, a pesar de que nunca pedía esa bebida para acompañar a la pizza. Ella pidió una pizza marinera y él… también, a pesar de que no le gustaban las anchoas. La conversación tornó sobre música rock, fútbol y videojuegos. De vez en cuando, alguno reseñaba algunos matices literarios. Y todo discurría de una manera amena y agradable. Hasta que sus ojos se encontraron. Los ojos de él, perdidos en ningún sitio, mostrando ese aire de estar por encima que, a fuerza de práctica, había conseguido desarrollar consiguieron captar el momento en que los ojos de ella, mostrando una mirada llena de dulzura, se entrelazó con la de él. El tiempo se detuvo en su corazón. Este chico era el mejor ejemplo para esos idiotas que afirman que una persona sólo se enamora una vez en la vida, que el resto de veces nunca es igual y que no es amor cierto. Es misma sensación que había experimentado mil veces volvió a él. También podía contradecir a esos que dicen que para enamorarse se necesita un conocimiento previo de la persona. Él hubiese dado la vida allí mismo por aquella mujer recién llegada. Intentando demostrar que él era el mejor chico, el más romántico, el más culto…el que más se merecía el amor de la muchacha.
–Paco, ¿me puedes devolver las Rimas de Bécquer?
–¿Cuál? ¿Ése que me prestaste y que estaba precintado porque no lo habías abierto?
El comentario de Paco le sentó como si le hubiesen disparado un bazooka en el pecho, su cerebro escaso de ideas y poco propenso a aceptar que lo dejasen en ridículo reaccionó con un comentario mediocre de excusa barata.
–Sí, lo acababa de comprar y a ti se te antojó leerlo. Y como estaba leyendo una antología de Lord Byron, pues por eso te lo presté sin haberlo abierto.
Paco, que sabía perfectamente que aquellos comentarios estaban destinados a impresionar a la chica, que aquel tipo no leería nunca a Bécquer simplemente porque no le gustaba, optó por asentir y lo convidó a ir a su casa aquella misma noche y recoger el libro o mañana lo traería él. ¿Lord Byron? Paco movió su cabeza resignado.

Siguieron yendo a la playa juntos. Él volvió a renegar de su Playstation, y pasaba los días escuchando a Luis Miguel, a Tamara y a cuanto intérprete pudiera ofrecerle letras que describiese sus estados de ánimo. También pasó de ver películas al estilo Rambo a películas del estilo Los puentes de Madison. Ella leía novelas de Paulo Coello y de Brian Weiss y algún que otro fascículo sobre recetas de cocina, alegando que era una de sus pasiones. Todos los muchachos bromeaban con ella, comentándole que su novio sería el hombre más afortunado del mundo con una mujer tan ejemplar como ella.
Una noche, en la puerta del cine, discutían sobre la película que entrarían a ver. La mayoría de ellos optó por el Mundo nunca es suficiente. Aquí se le presentó un gran dilema, ya que él como buen aficionado al cine de acción y a las fantasmadas de James Bond, ardía de deseos de unirse a sus amigos para ver la película. Pero si lo hacía… Ya no sería ese tipo romántico, ese tipo con el que todas las mujeres sueñan, porque los chicos a los que le gustan las películas de acción, el fútbol, los videojuegos… No, esos chicos no son románticos y pierden puntos antes las mujeres. Al final optó por entrar a ver Las normas de la casa de la sidra… con ella. A mitad de la película, él se había quedado dormido y ella maldecía tanto teatro. La historia era bonita, sí, pero no encajaba con sus preferencias. Se preguntó porque tanta actuación en papeles baratos por sólo llamar la atención. Sin pensárselo dos veces, le arreó dos trancazos y lo despertó. Su mirada denostaba terror. ¡Se había quedado dormido! ¿Qué pensaría ella? Él tenía que llorar con la película, eso le gusta a las mujeres, las ñoñerías de los hombres tiernos, porque un hombre no puede ser tierno si no llora con las películas…
–Ya me he cansado de esta mierda, me voy. Y creo que tú deberías hacer lo mismo porque estás roncando.
Aquello fue peor que una puñalada con un cuchillo jamonero en pleno corazón. Las lágrimas pedían permiso a gritos para pasar al exterior a través de sus lacrimales. Aún así, abandonó la sala detrás de ella.
A fuera, ella entró en un Mc Donalds y pidió un menú gigante con hamburguesa de pollo. Ella lo miró y lo invitó a pedir. Él para no variar, pidió lo mismo. Esta vez, al menos, sí era cierto que ése era su menú favorito. Después de llevar la bandeja hasta la mesa y tomar asiento, habló.
–Creo que te debo una explicación y una confesión si se puede llamar así. Verás, yo no soy como finjo ser. He estado actuando todo este tiempo por parecer ese arquetipo de mujer “políticamente correcta”. Tenía miedo de ser como yo soy por miedo al rechazo. Joder, ahora que lo digo en voz alta, parezco la persona más gilipollas del planeta. La película de esta noche, una historia preciosa sí, pero yo prefiero la acción, las fantasmadas de Bond, James Bond, me estaba quedando dormida y veo que tú lo has hecho, sin más. Odio la cocina, no me gusta para nada. No sé ni freír un huevo, pero pareciendo interesada en ella, parecía yo misma más interesante bajo mi máscara de actriz. Ah, y prefiero guiar a Cloud a vengar la muerte de Aeris que esas mierdas de series como Al salir de clase. Creo que lo mejor es que, si voy a ser vuestra amiga, sepáis cómo soy en realidad y no lo que pretendo ser.
Una sonrisa de remedio que llega se pintó en el rostro de él. Y él también se sinceró. Contó que a pesar de qué si le gustaba Luis Miguel, tampoco era su única afición. También le gustaba el cine de acción, matar marcianos, rescatar princesas y ganar carreras de coches.
Muchos años después, compartiendo sus vidas y disfrutando de sus aficiones juntos, eran la pareja más compenetrada de cuantas formaban sus conocidos.
Fingir toda la vida es, sencillamente, imposible. El mundo es muy grande y debe caber todo. No se puede gustar a todo el mundo; lo mejor: sé tú mismo

viernes, 17 de julio de 2009

El círculo de los errores.

Nadie podía saber qué se le pasaba por la cabeza. Las personas que lo conocían, o, mejor dicho, que creían conocerlo, agitaban la cabeza desesperanzadamente cuando se enteraban o veían por ellos mismos, las andazas de este singular personaje. Cuando él decía que estaba enamorado, eran tiempos de depresión. Parecía encerrarse en sí mismo como un caracol en su concha y lo podías ver durante varias horas poniéndose como un pimiento morrón al sol de la playa, con los auriculares puestos, y escuchando, seguramente, boleros de Luis Miguel en el que se contaban miles de historias con las que él podía sentirse identificado y que, debido a su dilatada experiencia, debería saber que todo pertenece al mundo comercial, pues... ¿quién va a creerse que un tipo como Luis Miguel va a sufrir así por amor? Sus amigos lo miraban preguntándose cómo era posible caer de la euforia al hastío en tan poco tiempo. Algunos pensaban que incluso las sustancias estupefacientes podían estar presentes en la vida del chico a fin de aliviar sus penas amorosas. Pero la mayoría pensaba que su problema se eliminaría con el sencillo acto de decirle a la chica sus sentimientos y esperar que la respuesta fuese positiva. Si no lo fuese, siempre podría contentarse que hizo todo lo que estuvo en su mano, porque, por supuesto esto no dependía únicamnete de él...
La preocupación de sus amigos iba a mayores cuando quedaban para pasear durante las noches calurosas de la costa y no se presentaba a la hora acordada. Tras una espera de media hora iban a su casa a buscarlo, para encontrarse con la respuesta de su madre de que había salido hace tiempo. Los amigos se iban al paseo marítimo sabiendo que tarde temprano darían con él... si es que ella había salido. Una noche lo vieron allí, junto al grupo que la acompañaba haciéndose cargo de una docena de helados de quinientas y pico pesetas cada uno. Sus amigos se llevareon las manos a la cabeza, pues a ellos nos los invitaba a un triste refresco de cola ni por su cumpleaños y ahora se cargaba los ahorros de tres meses en una noche por quedar bien con ella. Todos se preguntaban si no hubiera quedado mejor invitándo a la chica a una cena en un restaurante a pie de playa que acoplándose sin ser invitado a un grupo y hacer esto gesto de poca conciencia que, desembocaría en un torrente de burlas que harían a la chica sentirse más incómoda si cabe.
Poco a poco fue cambiando sus hábitos hasta ser prácticamente irreconocible; cambió su colonia Carolina Herrera por la de Diávolo, pues esta chica era fan de Antonio Banderas, renegó de los buenos ratos que pasaba junto a su consola porque decía que matar marcianos o ir a rescatar a una princesa no era romántico y que a las chicas el rollo de los juegos de video no les iba. ¿Qué hubiera pensado este chico si hubiese visto a "romántico" Luis Miguel, el rey de las canciones de amor deprimentes, enganchado en un torneo de juegos de coches?, cambió sus hábitos alimentarios, dejando a un lado su querida cerveza porque a la chica no le gustaba el alcohol, y atiborrándose a helados ya que a ella sí que le gustaban, incluso llegó a hacerse fan de los Hombres G, grupo del que siempre había hablado mal... Todos estos cambios fueron acompañados por interminables esperas en sitios por donde ella tenía que pasar y tras hacer que pareciese una coincidencia el encuentro, la acompañaba hasta su casa cuya dirección era diametralmente opuesta a la de él.
La chica ya no sabía qué hacer. Si por lo menos se comportarse como un chico normal... Pero este modus operandi cercano a lo dudosamente sano, llegaba incluso a asustarla.
Un día ya no pudo más. Allí estaba de nuevo, solo, olvidándose que había quedado con sus amigos para ir al cine, fingiendo de forma tan mala que ni él mismo se la creía, que el encuentro había sido casual. Ella se armó de valor, respiró lentamente y se fue hacia él. Le habló claro. Le habló de cosas que él ni siquiera le había dicho. Le dijo que por favor no la molestase más, que ya ni siquiera podían ser amigos, debido a su comportamiento. Ella lo sentía mucho pero no podía corresponder ese amor enfermo que él demostraba en cada uno de sus actos.
Con la cabeza agachada, abandonó el lugar. Nadie supo de él durante una semana. Su madre decía que no estaba en casa cada vez que alguien preguntaba por él, pero la señora no parecía en absoluto preocupada. Los amigos se preguntaban si realmente habría salido o eso que él creía depresión lo tendría consumido en la soledad de su cuarto recuperando las horas de matar marcanos y rescatar princesas que había perdido por considerarla una actividad de gente no romántica y que, sin duda, le daría puntos extras por conseguir el corazón de la chica... En lo que sí estaban de acuerdo todos era en que volvería. Y también en que no habría aprendido nada de esta experiencia; la siguiente moza que apareciese en escena y lo cautivara, haría que volviese a sus auriculares, a Luis Miguel y a renegar de los juegos y hasta del fútbol, si es que la nueva princesa de su corazón era detractora de este deporte.
Como si de una profecía se tratase a los diez días volvió a dar señales de vida y a los catorce, tras la llegada de una prima de unos de sus amigos, sus tentáculos volvieron a deslizarse en el mundo de los sin remedios, cometiendo todos los errores que había cometido en su experiencia pasada y, sin embargo, tan cercana.

miércoles, 3 de junio de 2009

Los ojos de sus sueños

Ya no era igual. Nada era igual. Ni siquiera el silbato que anunciaba las llegadas y las salidas. A pesar del grado de comodidad y servicio que habían adquirido aquellos vagones con el paso de los años, él prefería los tiempos antaños. Dos niños corrían por el pasillo entre los asientos, lo miraron y siguieron hacia adelante, quizá atemorizados por su cara de amargado. Recordaba aquella misma estación hacía veinticinco años, aquellos tiempos en los que sabía que subir al vagón del tren era perder muchas horas hasta que llegara a su destino. Ahora apenas podía leer cien páginas de cualquier libro. Aquello no podía tener sentido, ¿cómo no congratularse por los avances de la tecnología? ¿Cómo sentirse incómodo cuando a sus pies se extendía lo último pensado para la comodidad del pasajero? Sonrió con amargura, porque sabía la respuesta. Y a pesar del tiempo que había pasado, aún se preguntaba porque el destino le había derrotado en aquella partida de póker imaginario. Era un as en las nuevas tecnologías, o eso pensaban sus allegados. Llevaba el último modelo de iPod, de 32 gb, donde podía llevar tantas canciones que resultaría imposible escucharlas todas antes de que la maldita batería del cacharro dijera que hasta aquí hemos llegado. Esto tampoco dejaba de resultarle patético. ¿Para qué hacen coches que alcanzan velocidades superiores a ciento veinte si no puedes ir más rápido, al menos en España? ¿Por qué le metían tanta capacidad de almacenamiento a los malditos aparatos si no eran capaces de mantenerse en funcionamiento el tiempo suficiente para poder reproducirlos todos? No sabía si iba solo en su asiento porque había sido una coincidencia o por si, dado su huraño aspecto, su potencial compañero hubiera preferido sentarse en otro lado. Cerró sus ojos y encendió el iPod. Sonaba la canción de Gloria Trevi "Psicofonía". Pensaba que era una de las pocas canciones que hoy en día contaban una hermosa historia. Le gustaba la música pop actual, pero la encontraba carente de significado, muy potente, sí, pero falta de alma. Entre las canciones que llevaba para el viaje se encontraba "La nave del olvido". La canción que sonó en un aparato de radio, hacía veinticinco años, y lo acompañó durante cinco minutos de aquel viaje que duró nueve horas. Pero qué cinco minutos. Terminada la canción de Gloria Trevi, empezó "Devuélveme la vida" de Bustamante. Se preguntó por qué carajo pensó que esta canción podía subirle el ánimo, quizá por lo rápido de su melodía... "Devuélveme los euros que la he cagao" Pulsó el botón de avanzar y suspiro aliviado al saber que cuando llegara de nuevo el turno de esa canción la batería se habría ido a tomar viento fresco. No tenía ganas de leer. Se perdió mirando la moderna estación, ladrillo y más ladrillo, gente y más gente deambulando por los andenes, hasta que el tren se puso en marcha. Cerró los ojos y revivió en su mente uno de los momentos más inolvidables de su vida.
Casi no se había dado cuenta de la persona que iba a su lado hasta que maldijo por lo bajo por no encontrar una emisora de radio. Ella le dijo un dial y él se quedó mirándola, sin entender nada. Ella señaló a la radio y él, con un gesto tímido, inclinó la cabeza. La miró antes de girar la rueda para buscar la emisora de radio, ella le sonrió. Tenía una sonrisa preciosa, luminosa, blanca como la nieve. Los ojos negros como la noche y la piel bronceada. Su cabello negro como el ébano le caía por los hombros. Llevaba un vestido largo, de color azul oscuro y unos zapatos del mismo color. Esforzándose en fijar la vista en la aguja del marcador de emisoras de la radio, consiguió encontrar una emisora de música, en las que había más publicidad que sonido, pero se contentó con la calidad que el escaso sonido ofrecía. Le bajó el volumen a la radio, se la pegó al oído y se recostó sobre el costado del vagón, sumiéndose en el sonido y el vaivén del vagón sobre los raíles. Ella le pidió que, si por favor, podía subir el volumen del aparato. Sonó "La nave del olvido" y según las palabras de ella, era la canción más bonita que se había escrito. Él le respondió que Dino Ramos habría de haber estado muy inspirado en hacer una canción como aquella y que a él también le gustaba mucho. Pasaron el resto del viaje hablando de música, de libros, de miles de tonterías que hablan la gente que no tiene nada mejor qué hacer, pero lo que él (y ella) tenía claro es que José José había roto el hielo. Aquel viaje fue el más corto de su vida.
Durante mucho tiempo lamentó su cobardía, pensó que los malditos teléfonos móviles habían sido inventados muy tarde o que quizá a algún capullo no le dio la gana de comercializarlo antes, lo mismo daba. Podía haberle pedido la dirección, saber dónde vivía y proponerle un nuevo encuentro. Aquella hermosísima mujer había demostrado tener un nivel superior a todo lo conocido por él, que no era mucho, correcto, pero esta mujer era cierta, y, superior a todo lo que él conocía. Podía haber hecho muchas cosas, incluso meter la pata hasta el fondo... Y no hizo nada. Lamentarse en el futuro, pasar varios años preguntándose cada mañana dónde estaría, con quién estaría, qué escucharía y hasta qué desayunaría.

El tren aminoró su marcha. Señal inequívoca de que su destino estaba cerca. Abrió los ojos y se dio cuenta que había una señora sentada en frente de él. El tren terminó de aminorar su marcha y se detuvo. Miró a la señora a los ojos y éstos le estaban emitiendo un saludo. Los fantasmas del pasado parecían volver a aparecer en el presente. Se había pasado el viaje entero recordando a aquellos ojos, porque eran esos ojos, estaba seguro. Conocía aquellos ojos negros y hermosos como la noche. Toda la vida esperando la oportunidad de su vida para coger su chaqueta levantarse y salir del vagón. Moriría sabiendo que había vuelto a ver a los ojos de sus sueños

sábado, 4 de abril de 2009

Un remedio para un sin remedio

No podía salir ni siquiera a trabajar sin que su pareja estallara en celos. Al volver a casa, era sometido a un interrogatorio cruel y sin sentido, con preguntas de naturaleza inverosímil y propósito aún más descabellado. Por la mañana, mientras preparaba su café, procuraba actuar con el sigilo del mejor de los espías pues, de lo contrario, se vería sometido a una inspección que ni los técnicos de la ITV son capaces de realizar a los maltrechos motores de las máquinas que nos mueven. "¿Por qué te has puesto colonia?" "¡Estás muy bien peinado!" "Se te ve muy bien para ir a trabajar" ... Mejor degustar el café cargado en silencio, dejando que la mente divague por horizontes perdidos que sentir como la sangre llega a temperaturas poco recomendables.
Cierra la puerta sin que se escuche el más mínimo resquicio de un roce, y se dirige a la estación de metro. En su mente repasa la agenda del día y sabe que a la noche se verá sometido al enésimo interrogatorio de su vida: Su madre le ha dicho que pase por casa. Acaba de llegar de un viaje del imserso y le ha traído un recuerdo de la Costa Brava. Por supuesto, el principal motivo de la llamada es verlo, lleva dos semanas sin hacerlo. Sonríe. Pero es una sonrisa amarga. Tenía celos de su madre. Por más vueltas que le daba a la cabeza, no conseguía atisbar un mínimo sentido a aquella situación.
Llega a su oficina y un compañero le dice que ha recibido una llamada. De ella. Devuelve la llamada, un tanto preocupado por si ha ocurrido algo. Habla durante unos pocos segundos y cuelga. Sus mejillas muestran un color cercano a la cólera y, contra su voluntad, su cabeza plantea la cuestión sobre cuanto tiempo más podrá soportar aquello. ¡Lo había llamado por si realmente había ido al trabajo! Esa habían sido sus palabras. En realidad no había terminado su frase. "Quiero saber si realmente has ido a trabajar o te has ido con otra" Esas palabras eran las que su labios tenían la intención de pronunciar. Se sienta y mira los montones de papeles que están sobre su mesa. Lo único que quiere es darles un manotazo y marcharse a buscar una botella de Chivas a algún lugar para que le calme la rabia que lo embarga. Suspira por enésima vez en lo que va de mañana. Coge una hoja de papel y la mira. Vuelve a ponerla en su sitio. En esa hoja de papel está escrita una noticia sobre un acuerdo al que tratan de llegar los bancos con el ejecutivo, pero él sólo es capaz de "leer" la voz preguntándole mil idioteces. Mira el reloj, aún faltan siete horas y media para la hora de salida...

Coge el teléfono y marca un número que hace un par de años que no marca. Contesta una voz de mujer y otra voz de mujer saluda desde el otro lado.
-Hola, ¡Cuánto tiempo!
-¡Hola! Sí, hace una eternidad y sin embargo, parece tan poco... Por cierto, ¿cómo estás? ¿Qué hay de tu vida?
-Te llamaba para eso, ¿podrías hacerme un favor?
-Me temo que te lo debo.
-¿Podemos vernos en una hora en la cafetería de la Alameda?
-Allí estaré.
La comunicación se corta.Un suspiro de alivio retumba por las cuatro paredes del salón.

Mira su reloj y acaba suspirando de alivio. También se pellizca para asegurarse que no está dentro de un sueño donde la vida le está proporcionando un día de paz. A lo largo de la mañana, el teléfono no ha vuelto a sonar. Su compañero le da una palmada en la espalda y los dos se levantan camino del comedor del edificio donde se ubican las oficinas.

-Perdona que te diga esto, pero estás más loca que una cabra. Ni una regadera tiene más agujeros que tu cerebro.
-Sé que se ve con otra...
-¿Sabes? ¿Seguro?
-Bueno... no. Pero lo presiento y mis intuiciones nunca fallan.
-Ah, ¿sí? Venga, hija, intuye los números de La Primitiva y dímelos cuando haya bote.
-No seas mamona. Entonces qué. ¿Vas a ayudarme?
-No puedo negarme, pero quiero que quede claro que esto es una locura.
-Si se resiste, entonces podré estar segura de sus sentimientos
-Lo conozco desde que era un crío y yo estoy completamente convencida de esos sentimientos de los que tanto dudas.

Llega a casa. Lleva una bolsa con varios recuerdos de la Costa Brava. Del cuarto de baño le llega el sonido del agua caer. Va al cuarto y se desnuda para esperar su turno. Ella sale, lo ve allí en la cama, envuelto en una toalla, con los ojos cerrados.
-Llegas tarde.
Se traga el arrebato de cólera que lo consume.
-Ya te dije que iba a ir a casa de mi madre. Ahí, en la mesa, tienes los recuerdos. Creo que muestran que he estado allí.
-¿Por qué no me has llevado?
-Porque no os podéis ni ver. Siempre estáis echándoos mierda encima y yo estoy hasta los huevos de estar entre la espalda y la pared.
-No me has llevado porque seguramente has llevado a alguna compañera de trabajo que le cae mejor que yo.
Se levanta con ganas de darle una paliza. Pasa por el lado de ella sin decir nada. Se mete en el cuarto de baño y cierra la puerta con el seguro del cerrojo.
Cuando sale del baño, ve que Noelia está en la casa. Le hace un gesto con la cabeza a modo de saludo, sin mirarla, porque no sabe que puede ocurrir si la saluda como se saludan las personas normales. Tampoco le apetece, está demasiado cansado para querer visitas. Vuelve para tomar la cena y se marcha a dormir con la excusa de que ha sido un día malo.


Desapareció hace cinco años. Ni una nota, ni una noticia, ni una llamada, ni un número de teléfono donde localizarlo. Ha llorado todos los días, sin fallar. Está viva porque respira, porque tiene pulso vital, porque le brotan lágrimas... Pero no hace casi nada correspondiente al mundo de los vivos. Apenas come, bebe, ni siquiera se baña todos los días, un ritual sagrado para ella en el pasado. No sabe qué pensar. Está tan cerrada en ella misma que no es capaz de ver que tiene problemas. Y que quizá los ha tenido siempre.

Cuando se acercó su rechazo fue espontáneo. Dos palabras pronunciadas con tono amargo y hostil creyó que bastarían para que se alejara y, sobre todo, le evitara fantasmas imaginarios por parte de su pareja. Al segundo día aceptó un almuerzo a medias. Le gustaba escuchar su voz, incluso consiguió arrancarle una sonrisa tímida, pero cálida y humana, al fin y al cabo. Hasta las personas que se han vuelto de piedra pueden volver a tener sensibilidad con un poco de calor que derrita las férreas barreras de defensa con las que se evitan los daños... y con las que se impide el paso de algunos retazos de felicidad. Al final, ella consiguió hacer que volviera a sentir ganas de vivir.

Sabía que se había buscado su propia ruina. Maldijo aquel día que recordó que le debían un favor. Ahora veía con claridad lo que había hecho. Ahora veía que su propia conducta había hecho que nacieran sus dudas. Nada más. Nadie más que ella había participado en su desdicha. Lo supo aquella mañana cuando al poner el televisor, vio en un acto a un hombre que ella había conocido, apenas había envejecido en cinco años, sus ojos estaban llenos de luz policromada y en su rostro se veía una expresión de absoluta vitalidad. A su lado, respetando a las cámaras y dejando que todo el protagonismo lo ocupara él, pues se lo había ganado, había una mujer morena de ojos verdes que también le era muy conocida. Se llama Noelia. Había una expresión de felicidad en el rostro de aquella mujer a la que hacía cinco años le pidió que cortejara a su marido para asegurarse de la fidelidad de él.

domingo, 22 de febrero de 2009

La chica del banco

No sé si esta historia será un paradigma extraordinario de mi falta de remedio, o será que en este estado, la situación es completamente inexplicable, se tenga remedio o no. ¿Cuántas veces hemos podido escuchar que si no conoces a una persona, no puede enamorarte de ella? Vamos a ir más lejos, ¿qué es realmente enamorarse? He escuchado muchas respuestas a esa pregunta. Y de todas, creo que la respuesta con la que más comulgo es: "Enamorarse es querer compartir la vida con otra persona". Así a secas. También he oído esa respuesta añadiendo el adjetivo "toda" a la vida. En esta nueva frase, ya no estoy tan de acuerdo. Sé que no tengo remedio, y aunque sea bastante tonto, también, por decir algo en mi defensa, sé aprender de la experiencia. Es curioso que un ateo como yo recuerde unas palabras de una monja que fue una catequista y que preparó para la primera comunión a un niñato que no tenía ni idea de en que realmente consistía aquello. Sólo sabía que después habría un fiestorro y un montón de regalos. Ella afirmó que el futuro no existe. Y que el presente, según ella, tampoco. EL presente dura una millonésima parte de un segundo, quizá menos, y luego se convierte en pasado. Por eso, aunque el cuerpo, con sus impulsos irracionales te digan que quizá quieras pasar "toda" tu vida con alguien, una mente entrenada en los zambombazos que da la vida, rechaza absolutamente esta afirmación. ¿Acaso, si te tomas un café con alguien no estás compartiendo ese momento de tu vida con esa persona? Quizá el enamorarse requiera querer compartir algomás de tiempo que lo que dura un café, pero decir "toda la vida" es decir demasiado. Y más teniendo en cuenta las sabias palabras de la monja porque al no existir futuro, es imposible saber qué va a pasar más allá de instante presente.

Como todo buen español, o malo también, debo decir que odio a los bancos. Y quizá yo no tenga más motivos para odiarlos que porque me cobren comisión por decir "Buenos días". El caso es que los odio, quizá por la feroz campaña que existe ahora contra ellos. Y por envidia de que ellos sí puedan robar sin que sean castigados con penas de cárcel. Y que irónica es la vida, aquella mañana que me presenté en la oficina para pagar otro timo de la sociedad que es el IBI, No tienen bastante con subirnos la cuota de la hipoteca cada vez que ellos quieren sino que también, tenemos que pagar impuestos por tener una casa, una vivienda digna que dice la Constitución que tenemos derecho a ella. La verdad es que mejor guardarse la opinión ante algo que no se cumple tan obviamente. Nada más entrar por la puerta del banco, sentí que todo se volvía blanco, como si los caballeros del cisne, de Cristal y de Acuario hubieran unido sus fuerzas para derramar su polvo de diamantes por allí y cubrieran la estela de la criatura más bella que he visto en mi vida. Pensé que el despertador sonatría de un momento a otro. Era tal la magia que desbordaba esta hada que hasta se me olvidó el montón de ocasiones en las que había prejuzgado a una muchacha como estúpida sólo por ser muy bonita. Se me olvidó que yo soy el rey de los sin rmedios, se me olvidó que estaba en uno de mis lugares más odiados, se me olvidó que lo que me pasa a mí no le pasa a nadie... En aquel momento, sólo sabía una cosa. Que ella era todo lo que existía en el mundo. La certeza creció cuando con la voz más hermosa que ninguna hada de los cuentos tuvo jamás, me dijo buenos días y yo respondí torpemente al saludo, mientras notaba que la cuenta de ahorro bajaba un par de euros por la comisión que el banco cobraba por saludar. Quería decirle todo lo que mi corazón bombeaba hacia el interior del alma pero una vez más, me hallé con los prejuicios. ¿Qué va a pensar esa chica que es la primera vez que la veo si le digo que acabo de perder la razón? Estaban tan hipnotizado que hasta se me olvidó que una mujer así estaría más que prometida. Noté el roce de su mano mientras cogía el recibo del IBI y mi razón se marchó aún más lejos. Una escena que le ocurrió a un conocido acudió a mi mente, totalmente embriagada por aquella imagen que detuvo mi tiempo. Mi conocido le dijo a una chica que la quería y ésta, como respuesta, decidió terminar lo que ella consideraba "lo poco que tenía con él" ¿Cómo puede quererme si no me conoce? Aquella pregunta acudió a mi mente. Y la quería, nunca he estado más seguro de algo que de que quería a ese aparición etérea y perfecta. Con las neuronas en el caribe tomando el sol, es posible que a simple atracción física, la desorbitada belleza de la imagen que me mostraba mis ojos, huberan causado en mi impacto tan grande que, al carecer de razón sana, todo se mezclara. Pero yo sigo estando seguro que el corazón sentía una atracción tan inmensa por aquella mujer que podía haber acabado allí mismo mi vida sólo por verla sonreír. Ella me dijo que tuviera un buen día después de cobrar el impuesto. Deseé que hacienda, Endesa, Aquagest, el patronato me mandaran dos millones de facturas para no despegarme nunca de este sitio, para que mis ojos no dejaran de contemplar a la mayor obra de arte que se ha hecho nunca. Pero como todo espectáculo mágico, al salir por la puerta del banco, noté como el caballero del Cisne conseguía superar el cero absoluto, aunque la ciencia diga que es imposible, para cubrir mi existencia con el más helados de los vacíos.

jueves, 12 de febrero de 2009

Cuidado con lo que deseas.

Ya no aguantaba más. La situación era insostenible mirase desde la dimensión que mirase. Pero... No podía acabar con la relación. Desconozco si era cobardía, si era miedo a palabras ajenas en la espalda o qué demonios podía ser. El caso es que estaba seguro que debía ser ella quien acabase la relación. O en su defecto, pillarla en una infidelidad para que las cosas cayeran por su propio peso. Casi prefería esto último. Así la ruptura sería inevitable, y, además, me aseguraba de que su corazón estaba ocupado y, por tanto, no volvería a haber ninguna posibilidad de reconciliación no deseada por ambas partes e impuestas por las fuerzas de la costumbre. Cuánto daño hace la costumbre y la estúpida moral que nos enseñan de niños. También es un peligroso enemigo el conformismo. No luchar por lo que se quiere, o, en este caso, por lo que no se quiere, implica grandes dosis de dolor y de frustración. El cúmulo de miedos que se acumulan en algo que quizá sea el alma es tan variado y diverso que consigue en casi todos los casos paralizar las acciones convenientes y convincentes. ¿Le haré daño si la dejo? ¿Llorará? ¿Me hará sentir como un cabrón? ¿Me afectará eso? Preguntas tan estúpidas como esas acuden a la mente y paralizan nuestros nervios. Aparte del miedo a la soledad que nunca he entendido. ¿Qué hay de malo? ¿No es mejor dormir, quizá después de haber sufrido la tensión de querer decir una palabra y que encontrar sino a un muro blanco para decírsela? Quizá hasta esperes una respuesta en esa frustración.
Incluso soñaba que me tenía que agachar cuando pasara un avión para evitar no romperme los adornos, era tal la ansiedad de que aquello terminara que en los instantes en los que el subconsciente toma el mando, recreaba la escena tan deseada y esperada, la escena que haría imposible un retroceso, la escena que me le liberaría por siempre del presente no deseado. Todavía hay algunos estúpidos que consideran su honor ultrajado ante una infidelidad sin saber que, interpretaciones de infidelidad hay tantas como mentes ¿pensantes? existen en el mundo. Hay personas que piensan que por sentirse atraído ante una persona por cualquier atributo irresistible, ya se está cometiendo una infidelidad a la palabra dada de pertenecer a alguien toda la vida. ¿Eso no es una especie de esclavitud? ¿No se terminó por abolir definitivamente? Yo deseaba firmemente pertenecer a ese grupo de hombres ultrajados en su honor porque su pareja que, reconozcámolo, no es tal, se entregue en cuerpo y alma a un Robin Hood que me liberara de las cadenas que el miedo o la cobardía no eran capaces de romper.
Navidad, cena de empresas. Día de libertad. Con excusa por supuesto. Una noche en la que puedo ser yo, aunque mis amigos a los que he perdido por mis obligaciones conyugales no estén. No he vuelto a aquella pizzería de barrio donde tantas y tantas charlas se mantuvieron. No hemos vuelto a quedarnos hasta el anochecer en la playa para luego ir al cine y terminar un día magnífico. Esos amigos no estarán en la cena, pero sí los compañeros de trabajo con los que misteriosamente, esa noche, parece que te han unido lazos de tiempo infinito. Se llega a un restaurante en los que tu atuendo es imprescindible, como si tu traje marcara el precio de tu valía o, incluso, de tu alma. La cena está asquerosa y la factura que la empresa paga para demostrar su arrogancia, es más asquerosa todavía. Luego un par de copas y a casa. Los baretos se llenan de glamour, de trajes, de música de tercera, te cnasas de ver mujeres que son otras mujeres por una noche, te cansas de la falta de valores, te cansas de la soledad. Y a pesar de lo que te espera al llegar, te quieres ir a casa.

No sé quien dijo eso de que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque puede hacerse realidad. Lo que tanto había esperado, lo que tanto había soñado, por fin se revelaba ante mis ojos. Ella se estaba dando el lotazo con un top model de las revistas. Y ahí volví a mi condición de hombre miserable. Me sentí humillado, ultrajado, y tantos adjetivos despectivos se les ocurran a ustedes. Se estaba cumpliendo mi sueño y dice la tradición que los sueños, si se cumplen, te hacen ser feliz. A mi lado pasó una chica de largos cabellos negros y ojos verdes como un mar turquesa. Preciosa. Pero me sinceré conmigo mismo. Mirarla no hacía más que confirmarme que aunque hubiera pasado una fregona con dos globos, también me hubiera fijado en ella simplemente como venganza al ultraje de mi honor sin darme cuenta que aquella convivencia ya había ultrajado mi honor hasta el límite de no poder caer más bajo. Pero no importaba, no importaba el hastío, el desencanto, la desilusión... Sólo importaba el presente. Y el presente era que me la estaban pegando. A pesar de que hacía una eternidad que ya no recuerdo que había dejado de considerar a aquella persona mi compañera sentimental para considerarla, simplemente, compañera de convivencia envuelta en fatigas. ¡Qué mala son las costumbres y lo qu nos enseñan desde pequeños! Mi sueño hecho realidad y un profundo malestar recorriendo cada partícula de mi ser. Sigo Estrellado en el Mundo se hundió un poco más en el pozo de los sin remedios, que no son capaces de encontrar el camino hacia el equilibrio de la feliciidad ni aún cuando su sueño se está cumpliendo delante de sus narices.

lunes, 26 de enero de 2009

Cómo yo no va a quererte nadie.

Hay una frase que he oído hasta la saciedad. No sólo de forma reciente, sino desde los tiempos más antaños. "Como te quiero yo no va a quererte nadie". He pensado en ella y teniendo en cuenta mi condición de estrellado como bien mi nombre indica, tengo que admitir que no la entiendo. ¿De verdad somos tan sabios para saber que no existe nadie en este mundo de unos cinco mil millones de personas que pueda amar con la intensidad suficiente para superarnos? Esta sabiduría del ser humano me desborda. Qué pena ser tan ignorante.

Nunca me ha gustado dedicar canciones o poemas que no haya hecho yo mismo. A pesar de lo fácil que son estas dedicatorias sin mérito alguno. Hay millones de poemas y de canciones que hablan sobre las situaciones más diversas. Y seguro que encuentras alguna que trate de manera fidedigna tu historia, tanto, tanto, que seguro que exclamas "¡Pero si ésta podía haberla escrito yo!" Y luego, también tenemos la inestimable colaboración de algunos programas y locutores de la radio que en sus programas tienen una sección para que fulano X dedique una canción a fulana Y. Quizá yo esté demasiado pasado de vueltas, pero éste acto me parece absolutamente lamentable.

Esta es la historia de Pilar y de Javier, supongamos, dos amigos. Una noche Javier estaba en su casa, después de un duro día de trabajo en el gimnasio. Escucha la canción de Chayanne "Fantasía" "Y mientras tú, seguirás buscando aparte, el calor que yo sé darte, y que siempre ha estado aquí" Dos lágrimas, una por cada ojo, le resbalan por las mejillas sin que él lo pueda evitar. Se toca la mejilla izquierda y palpa el resto húmedo de la lágrima mientras piensa en su terrible mala suerte. Pilar ha cenado con él y le ha contado todos sus problemas. Se ha enamorado de Diego, un conocido de Javier, y resulta que no le hace caso. Pilar ha llegado incluso a llorar durante la cena. A veces, la poca edad es un mal mayor, nos hace ser ignorantes. Javier siente que su sangre hierve, hierve de indignación hierve de celos. Javier no puede explicarse cómo puede existir una persona que sea capaz de rechazar a Pilar. Y también hierve de alivio. Porque una aceptación de Diego, significaría el final de las posibilidades de Javier.
Javier piensa en otro dilema que le acaba de venir a la mente. Si Pilar ama a Diego, eso significa que no me ama a mí y, por tanto, no tengo la más mínima posibilidad. Javier siente su pecho inflamarse por la desesperación, por el desfile de ideas que no dejan de ser eso, ideas y no realidades. "Y mientras yo, viviré de fantasías, inventando que eres mía y que estás loca por mí" La canción está llegando a su fin y la tristeza de Diego y sus desesperación no han hecho más que comenzar. "Yo te amo muchísimo más que ese estúpido de Diego. ¿Por qué no me quieres? Yo te haría feliz, yo te quiero, yo te doy todo lo que tengo..." La fiebre de la ignorancia lo consume. Piensa en hablar con Pilar, decirle todo. Pero desecha esa idea. Pilar acaba de hablarle de sus sentimientos hacia Diego y no tendría ningún sentido que mañana le hablase de sus sentimientos hacia ella sabiendo que Diego ocupa su corazón. Ya se ha sentido demasiado estúpido disimulando que lloraba porque sentía mucho la situación de Pilar por su amor no correspondido, por hacer grandes esfuerzo para ocultar que lloraba no por su amada, sino por las palabras de ésta. Las palabras, el arma más letal de cuantas existen. Quería seguir pareciendo estúpido a los ojos de Pilar y no confirmar que, efectivamente, lo era.
Javier sueña con un playa de aguas tranquilas y transparentes. Un sol asoma de forma débil por el cielo del crepúsculo y escucha el sonido de la risa de Pilar. La mira a los ojos. Puede verse reflejado en esos ojos del color de la miel y de su misma dulzura. Su cabello ondea al viento y Javier siente algo semejante a la plenitud del que nada más puede desear en esta vida. Casi puede sentir el aliento de Pilar cerca de sus labios cuando suena el despertador. Javier se despierta enfadado. Rompe el despertador por haberse atrevido a privarlo de lo más desea en este mundo. Piensa que ese sueño le ha querido decir algo y decide hablar con Pilar. En fin, más bajo ya no puede caer y sólo tiene algo que ganar. Ya lo ha perdido todo.

Llama a Pilar al medio día. La invita a comer. Pilar acepta. Javier termina el bote de colonia que estrenó ayer con los nervios. Parece que ha salido de la fábrica de channel en vez de su casa. Javier vuelve a pensarlo. Comerá con ella, la podrá ver, hablar con ella, oír su voz. Pero luego volverá a casa derrotado, con los ojos llenos de lágrimas que ha tenido que contener haciendo esfuerzos sobrehumanos. Javier quiere darse un golpe en la cabeza para que las ondas de choque lo iluminen en cuánto a lo que debe hacer. Está nervioso, mucho más de lo que lo ha estado nunca. Pilar ya ha llegado cuando llega él. Puede que sea su imaginación pero ocurre algo que él consideraba imposible la noche anterior, cuando la dejó en su casa. Está aún más bonita. Se sientan y piden.
-Pilar, ya no puedo más con esto. Necesito decirte que estyo enamorado de ti y que te quiero.
Pilar se queda muda. Sus delicadas mejillas parecen adquirir un color rojizo. Hace un intento de hablar. Duda. Parece sopesar la situación.
-Javier, yo estoy enamorada de Diego. Y me duele hacerte daño. Eres mi amigo.
-Pero como yo te quiero, jamás va a quererte Diego. Yo jamás te haría llorar.
-Estoy segura que dices la verdad...
-¿Entonces?
-Es eso, Javier. Yo no siento por ti más que una gran amistad. Hace tiempo que sé que me amas y he intentado enamorarme de ti, pero... No puedo. Sé que dices la verdad cuando afirmas que Diego nunca me querrá como me quieres tú. Pero el calor de tu amor no es bastante y al final no saldría bien. Tendríamos que querernos los dos y... no es el caso. Lo siento.

Pilar permanece el resto de la comida sin saber qué hace ni qué decir. Está contenta, porque ha dicho la verdad. La mayoría de la gente dice mentiras para quedar bien y que a la larga, hacen más daño. Seguro que alguna vez nos hemos preguntado cómo es posible que Pilar siga con Diego visto como la trata. "El corazón tiene razones que la razón no comprende" Es así. Javier no entiende nada. No termina de comprender porque Pilar no lo acepta a él. Javier acaba de entrar en el universo de los sin remedio. Aún tiene un largo camino de aprendizaje de las heridas de la vida por delante.

miércoles, 7 de enero de 2009

El destino viajero

Muchas veces, supongo que a todos nos ha dado por pensarlo. Esas parejas compuesta por dos individuos de diferente raza o etnia. Incluso de dos puntos alejados del globo. Y luego todo es lo que es. Algunos casos salen bien y otros no tanto. Pero el hecho de que sus caminos se hayan encontrado supone algo, ¿verdad? ¿Estaremos de verdad en manos de algo que nos mueve y nos pone dónde tenemos que estar? Da igual el medio. Algunos dicen encontrar el amor en un chat de internet. Y la gente piensa que es más fácil. Pero, ¿cuántas páginas hay que ofrezcan un servicio de chat? ¿Cuántas salas y/o categorías? El hecho de que dos personas, una en el polo y otra en el meridiano, coincidan en un momento determinado cuando en un sito son las diez de la mañana y en el otro las cinco de la tarde, en un lugar de chat concreto, no deja de ser un acontecimiento extraño. Todo esto se escapa a mi escasa, por no decir nula, comprensión y voy a cuidar las dos neuronas que me quedan, vaya a ser que se declaren en huelga y entonces sí que iré listo...
Yo estudiaba francés en una academia y ella entró en el aula una tarde de enero. Con ello entró la primavera en la pequeña aula en pleno mes invernal. Después de la pertinente presentación por parte del interrogatorio de la profesora. Cuando yo hube de presentarme me limité a decir Je m'appele Sigo. Menos mal que no dije mis apellidos, hubiera sonado a broma y esta chica además de guapa y elegante, parecía refinada. Supimos que se llamaba Aurora y que vivía aquí destinada por trabajo. Era de un pueblo de Segovia, que ahora mismo, no recuerdo. Llevaba tres años viajando con cierta frecuencia. Había cambiado seis veces de ciudad, lo que nos da un viaje cada seis meses por motivos laborales. Y por supuesto, una adaptación a la ciudad nueva y a las costumbres que pudiesen tener sus ilustres habitantes. Y lo cierto era que Aurora se destapó como una chica culta y hábil en los idiomas; cuando dominara el francés sería su cuarta lengua extranjera. Ya sabía inglés, alemán e italiano. Y no le quedaba mucho para dominar la lengua vecina. Hablaba con bastante fluidez y por descontado, nos daba mil vueltas a los pocos alumnos que había en la academia.
Fue una tarde, que la señora profesora nos puso en parejas para desarrollar una conversación sobre un tema libre, cuando Cupido comenzó a planear otra vez hacer de las suyas. Hablamos sobre "La Celestina" Aún recuerdo mis ridículos intentos por no aparentar el zoquete que soy, no sobre "La Celestina" que en aquel tiempo, recién acabada de leer, me la sabía a las mil maravillas pero sí con mi nivel del idioma vecino, que no llegaba ni de lejos, al de Aurora. Mantuvimos una conversación aceptable sobre Calisto, Melibea, Sempronio, Pármeno, Areúsa, Elicia, Pleberio, Alisa y la vieja alcahueta. Aurora pensaba que ningún ser humano es tan subnormal de matarse por amor. Yo, en aquel tiempo, pensaba que sí, que hay amores tan grandes que te llevan a la caja si no es correspondido. Es curioso que después de tantos y tantos golpes, yo, creyendo que amor sí se podía morir, siguiese vivo... Los sin remedios somos así. La profesora preguntó si pensábamos que Shakespeare se fijo en "La Celestina" para el final de su "Romeo y Julieta" Aurora dijo que no, y yo me callé. El paralelismo existe, sí, pero no creo yo que porque al final el malo muere, todas las películas son iguales.
Era una tarde de domingo, llovía y la casa se me hacía demasiado pequeña. Acabé de leer "La noche del eclipse" de mi muy querido Joan Manuel Gisbert, y decidí ir a uno de los pocos rincones con encanto de mi asquerosa ciudad. El salón de té me recibió aquel día con una fragancia de azahar. La música de Enya sonaba de fondo a bajo volumen. Pedí mi pertinente batido de fresa, cerré los ojos e intenté respirar la paz de ese sitio, un verdadero oasis en medio del desierto. El camarero de casi todos los domingos me trajo el batido y se alejó. Vi una silueta que se levantaba de una esquina en penumbra. Se dirigía hacía mí. El corazón empezó a latirme con más fuerza cuando vi que se trataba de Aurora. Me saludó y yo me levanté para corresponder al saludo. Me preguntó si estaba solo, parecía obvio, pero de cualquier modo, asentí. Entonces ella pidió permiso para sentarse a mi lado, pues también estaba sola. Yo acepté encantado de tener a alguien con quien conversar. Y hablamos durante largo rato, sobre el Renacimiento, el Barroco y el periodo del Romanticismo. Estaba encantado de tener una compañera de charla de tanto nivel como Aurora. De hecho, ella pidió un café más y yo otro batido, esta vez, de chocolate. Me ofrecí a acompañar a Aurora a casa. Y mientras paseábamos por las calles húmedas del desierto mediocre que es este sitio, había momentos en que guardábamos silencio. Entonces se empezaron a asaltar las dudas. ¿Qué hace este ángel en medio de esta mierda de sitio? He estado a punto de dejar la academia este año, de hecho, estaba totalmente decidido, ¿por qué no lo he hecho? ¿Fue sólo por vivir este momento? ¿Hubiera conocido igualmente a Aurora si la hubiese dejado? Desde Segovia, eso está a unos setecientos kilómetros de donde estamos ahora. ¿Por qué tan lejos? ¿Por qué aquí? Mira que hay sitios a dónde podían haberla mandado. Y lo que le queda por viajar. Aurora es joven, tiene veintiséis años, ocho más que yo en aquel momento. Aurora ve que me estoy metiendo demasiado en mis pensamientos y me da un codazo. La miró y me sonríe con una dentadura perfecta. Es muy guapa esta mujer que camina a mi lado. Llegamos a su portal y nos despedimos. Cuando cierra la puerta para subir a su piso, empiezo a echarla de menos. Y me doy cuenta de que he vuelto a caer. Que el cabroncete del ser alado ya ha vuelto a hacer de las suyas. ¿Era verdaderamente necesario traer a un ángel de tan lejos para su diversión? ¿No le bastaba con una de las muchas que hay aquí? A partir de ahí, asistía a las clases de francés con más ganas y ánimos que nunca. Fueron instantes que siempre recordaré y los rituales del café y del batido del domingo también se extendieron haciendo que mi resistencia fuese cediendo cada día más y me planteara la posibilidad de decirle a Aurora lo que pasaba más que por mi cabeza, por mi corazón. Hasta que el día que, yendo a un rincón que se había vuelto más especial todavía, encontré un papel encima de la mesa donde siempre nos sentábamos. Con el corazón latiendo con fuerza, desenrollé el papel y con una caligrafía pulcra y delicada habían escritas palabras que se me clavaron como fuego.
Querido Sigo:
Todo ha sido demasiado precipitado. Pero cuando leas estas líneas ya estaré en mi nuevo destino que esta vez, al menos, está cerca de mi Segovia natal. Has sido el único amigo que he tenido en estos dos meses que ha durado mi estancia allí. Y te has portado, a pesar de tu juventud, como el más maduro de los hombres. Ojalá algún día podamos vernos de nuevo, pero tampoco esa hipotética vez, me despediré, no lo soporto y acabo con los ojos bañado de lágrimas. Una verdadera suerte haber coincidido contigo durante mi estancia.

Mis ojos también están bañados de lágrimas. EL camarero me trae mi batido de fresa y me dice:
-El viernes dejó la nota para ti. Estaba convencida que regresarías.
-Gracias por dármela.
Deja el batido sobre la mesa pero no puedo probarlo.Estoy seguro que la fresa y la nata que lo componen, nunca sabrán a lo mismo sin el café brasileño de Aurora al lado.