jueves, 23 de octubre de 2008

Todo se acaba sabiendo

Esta claro que los que están solos, y son fuertes para aceptarlo, están exentos de problemas y malos entendidos. No digo que la compañía sea necesariamente problemas y embrollos, pero en la vida de Sigo Estrellado del Mundo, sin ninguna duda, es así. Y el problema es que parezco no ser fuerte para asumir y aceptar la soledad como algo cotidiano y usual. La mente débil que acepta la invitación...
La única desventura que me ha producido dolor físico ha sido la única donde el maquiavélico cabrón alado no ha depositado todo su arsenal en mi corazón.
Nunca he creído en el amor a primera vista, aunque haya sido víctima de él a menudo. Los años me han enseñado que lo que ocurre es que se está tan harto de la soledad que, una mirada seductora o cualquier indicio de compatibilidad personal se exaltan de tal manera, que, todo se confunde con amor y su frase característica: "Estoy enamorado". Pero he preguntado a muchos conocidos, porque de esos sí tengo, que conste, si se han enamorado estando con sus esposas, novias, o amigas con derecho. Para mi sorpresa, muchos han respondido "sí". Uf, esto me da mala espina. ¿Cómo puede ser eso? Ellos dicen que la rutina lo manda todo al carajo y el instinto se rebela. Algunos dicen utilizar la cabeza para no caer en las garras del instinto y otros que, por cierto, han caído en sus garras, dicen que si los expertos dicen que el amor es una sucesión de reacciones químicas que dura como máximo tres años, es que es verdad, y por eso prueban sabores nuevos del que tienen en casa, o en el coche, o dónde sea. Ahora, eso sí, todos afirman que no han sido amores a primera vista. Sino amores del paso del tiempo que, supuestamente, les mostraba cualidades que no poseía su pareja actual. No hay que ser muy listo para darse cuenta del porqué.

Uno de aquellos días calurosos del verano, donde el aire que sopla es un insulto al cuerpo que transpira a marchas aceleradas, cansado del trabajo basura por la mañana con el único objetivo de sacar algo de cara al invierno para poder centrarme en la carrera con total dedicación, fue cuando la conocí. Estábamos haciendo nuestro deporte favorito en la playa, es decir, estar tumbados en las toallas poniéndonos como salmonetes cuando aparecio. Era una chica normal y corriente, de figura esbelta, cabellos castaños y ojos café. De largos y lisos cabellos. Se acercó a saludar a Roberto. Tras un intercambio de palabras, hola qué haces aquí, pues echando un rato y tú, ah pues lo mismo", llegó el protocolario acto de presentarnos. Roberto le preguntó con quién había venido y ella respondió que con una amiga. Las invitó a unirse a nuestro grupo, mixto, por cierto, y ellas accedieron. Pasamos la tarde hablando de mil cosas, nuestra estancia en la playa se alargó puesto que era sábado y al día siguiente no había que trabajar. La hora de la salida después, podía demorarse indefinidamente. Los veranos en la costa ofrecen barra libre de horarios. Ella era una chica muy extrovertida, tenía una mirada limpia que te atrevesaba los ojos cuando hablaba contigo y que a veces, te hacía apartar la vista. De entre todos mis amigos, o mejor, conocidos, yo era el que tenía el nivel intelectual más alto y aun así, esta chica me superaba con creces. Había leído autores que yo no había oído en la vida, sabía de física cuántica y nuclear y una vez que saco el tema, decdí sincerarme y decirle que no tenía ni idea de lo que me estaba hablando. Y los palurdos que había a mi lado, mucho menos. Si quería comentar un texto, a ser posible literario, podíamos hacerlo pero hablar de números y fórmulas, mejor no. Una película, una canción, cualquer cosa normal, de lo contrario, acabaria hablando sola. Dijo que acababa de leer Tiempo de Silencio, de Martín Santos y me quedé con la boca abierta. Es el único libro que yo no he sido capaz de terminar. Tanto cartucho, la muy zorra, se creía que iba a engañar al cartucho, terminó conmigo y lo cerré. A día de hoy aún espera que lo abra. Ya veremos. Para demostrar que somos imbéciles, nos fuimos de la playa cuando mejor se estaba, cuando el calor no era pegajoso y cuando la brisa se había atrevido a soplar con más fuerza. Durante el último baño del día, acordamos qué haríamos en la noche. Ella y su amiga se apuntaron, alegando que habían pasado una tarde entretenida y que no tenían a nadie con quien salir en la noche. Dicho esto, acordamos vernos a las doce en el lgar de siempre.
Los cabrones de mis conocidos se habían bañado en vez de con agua, con colonia. A cien metros llegaba el olor de la diávolo mezclada con la hugo boss, o como se escriba. Las chicas de nuestro grupo parecían contentas por el añadido de esta noche. Es evidenten que los chicos estaban entusiasmados. El último en llegar fue Roberto, para no variar. Hablamos fugazmente y acordamos ir al sitio de siempre, a bailar las canciones de siempre y a beber del garrafón de siempre. Efectivamente. No falla, el cabrón de dj habría grabado un cd y lo ponía siempre, porque eran las mismas canciones en el mismo orden. Durante el camino la amiga de Roberto se acercó a mí. Conversamos bastante y yo empezaba a sentir que Robbin Cup me empezaba a apuntar con sus flechas. Me dije, "Ahora comprobaremos si has aprendido algo". Nada aprendí. Empezó a parecerme la chica más hermosa de todas y ahora, desde el frío recuerdo, puedo afirmar que era una chica bonita, pero no más que cualquiera de las chicas que siempre salían con nosotros. Era evidente que mentalmente era muy superior y aquella cualidad que me fascinaba se transladó al plano de belleza física. Estaba leyendo "El misterio del solitario" de Garrder. Me sorprendí mucho, pues es uno de mis títulos favoritos. Comentamos hasta donde ella estaba, que era cuando Hans Thomas y su padre están con la vidente en la feria de Venecia. Estábamos en un clímax "conversacional" cuando llegamos al maldito garito de todas las semanas. "mambo nº5, Salomé, Tan agustito, Livin' la vida loca, versiones dance del Talismán, Cuba Libre, Oye... Después empezaron a sonar las lentas, Abrázame, Por debajo de la mesa, Qué será de mí, Night in white Saten " . Nos pusimos a hacer el tonto como todas las semanas, bailando descordinados, pasándonoslo bien haciendo el ridículo. Llegó el tiempo de dejar la pista para los enamorados y de asaltar la barra. Cerveza, Ron con cola, con limón, Vodka... todo a gusto del consumidor. La chica me dijo que bailara con ella, porque le gustaba más esta música que las melodías rápidas y porque le apetecía. Acepté y no sé por qué, me pareció escuchar al enano cabrón alado reírse. Era fácil, sólo había que dar un paso al lado y otro paso al otro. Yo miraba al frente, en silencio, porque el tenerla tan cerca, el sentir su olor a jazmín, me empezaba a poner nervioso, y mi corazón estaba a punto de disprarse. Mis manos empezaron a temblar sujetando su cintura. Un poco más y estaría perdido. Nunca había conseguido confesar a la cara mis sentimientos y esta vez, no iba a ser menos. La miré a la cara, tenía los ojos cerrados, imaginando, supongo, un videoclip de la canción dónde ella y alguien más eran los protagonistas. La canción terminó y ella abrió los ojos. Su expresión cambió radicalmente, parecía asustada.
-Ostia, mi novio...
Me di la vuelta para observar como un gorila, primo hermano de un armario empotrado, de más de dos metros de alto, me miraba mientras sus ojos echaban chispas de mil colores.

2 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

Ja, ja, ja...

¡Suele pasar!

Juanjo dijo...

Si lo que no le haya pasado al pobre Sigo... Esperemos que algún día le cambie la suerte.