viernes, 5 de diciembre de 2008

Abracadabra.

Resulta increíble lo que somos capaces de llegar a creer por la simple necesidad de creerlo. Y más áun, la certeza que se tiene de que va a funcionar. Mi vida, una carrera de desastre en desastre, me ha hecho vivir casi todas las situaciones posibles. Y Cupido, para saciar su apetito insaciable de bromas me puso en el camino a una chica comprometida con un hombre que, según sus palabras, la hacía sufrir. Esto me hace mucha gracia, de verdad que sí. En este tiempo donde cada no sé cuantos segundos se firma un papel de divorcio, que alguien demuestre ser tan sufrida para aguantar todos los males que caen sobre ella y que además es santa, me hace una gracia tan grande como la broma que es. Y de las situaciones extraoficiales mejor no hablemos. Todos nos deberíamos agachar al pasar un avión por si acaso nos lima los adornos.

La calle estaba desierta y un pasillo lúgubre y en penumbra daba a una puerta donde un pedazo de muérdago adornaba la parte central. Pasamos. Mi amigo me presentó a Fátima. La señora de mirada inteligente y silueta menuda me estrechó la mano. Me hizo pasar a una habitación perfumada con incienso y decorada con fotos de mil santos. Nos sentamos alrededor de una mesa redonda, uno en frente del otro. Me pide que le diga un número y lo cierto es que no recuerdo el que dije. Me dice que hay una niña por ahí con la que las cosas no está clara. Yo asiento sorprendido. Le digo que sí. Ella cogió su baraja del tarot y comenzó a barajar. Yo no me acuerdo si tuve que cortar o qué diablos tuve que hacer el caso es que la señora me dijo que la chica tenía pareja y que la quería mucho y, curiosamente, me dijo que el hombre no la trataba bien y que la familia de ese hombre buscaba hacerle daño. Mi instinto de protección se multiplicó por mil en aquel momento. Habíamos tenido nuestros nuestros escarceos, en la oscuridad de la culpabilidad por ser infiel ella y yo partícipe de esa infidelidad sabiéndolo. Pero ella nunca me hablaba de la familia de él, y lo poco que me contaba de él hacía que los celos me devoraran y me pusiera de mal humor. Para terminar "La profesora Trewlaney" me dijo algo que me inquietó mucho. La madre de él había hecho magia negra sobre ella. Volvió a tirar las cartas y volvieron a salir las mismas. Trewlaney me dijo que tenía que ayudarla, que había visto en las cartas cuánto la quería y que no podía dejarla así. Ella me dijo algunas cosas que tenía que hacer y yo... las hice. No le conté nada de esto, no sé si para que no supiera que había ido a ver a una vidente o porque podía desatarse el diluvio de las broncas y el único motivo que había para ello era una interpretación en unas cartas que le dieron por salir de esa manera. Si yo hubiera estado seguro de que con ello, ella hubiese dejado a su novio oficial, no lo habría dudado ni un instante, pero no estaba seguro. Por cómo hablaba de él, era obvio que lo quería, aunque luego se le llenara la boca hablando del poco caso que le hacía y todo eso. Supongo que como dicen una de mis mejores y admiradas amigas, aquí se da el síndrome de lo incontrolable, querer dominar algo y hacerlo ser como tú quieres que sea y no cómo realmente es.
Pasó el tiempo y no quise volver a ver a la "profesora Trewlaney" para saber si seguía con la dichosa magia negra o se le había ido después de haber hecho todo lo que hice. También mi relación y mis encuentros con ella se hacían menos frecuentes y pasionales. Apenas nos llamábamos cuando Amena se había hecho rica con nosotros, tanto que incluso cambió de nombre. Un buen día recibí una carta sin remitente. Pero su letra era inconfundible. La abrí sin la emoción que antaño sentía al hacer este mismo gesto. La carta decía:

¿Cómo has podido hacerme esto? ¡Yo que te quiero tanto y tú me lo pagas así! Tengo una amiga que me ha dicho que me has embrujado para retenerme a tu lado. Eres un mierda, te odio, te quiero, te odio y te odio más. Intentaré no quererte.

Todo el frío que había adquirido la relación se volvió un calor insoportable.

3 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

¿Cómo se retiene a la persona que amas?

¿Con flores, con embrujos...?

No se puede. Sólo ella puede decidir quedarse o volver, si se fue.

Juanjo dijo...

Por supuesto que sí. Por esa misma razón me resulta sorprendente que haya gente que siga "pagando" esta clase social del abracadabra y mucho más que sigan los consejos que se les dan.
Sigo Estrellado del Mundo es un completo sin remedio, pero este dato es revelador de lo débiles que somos.

Treinta Abriles dijo...

Yo si lo entiendo. Es tanto el dolor, que intentas lo que sea...