jueves, 12 de febrero de 2009

Cuidado con lo que deseas.

Ya no aguantaba más. La situación era insostenible mirase desde la dimensión que mirase. Pero... No podía acabar con la relación. Desconozco si era cobardía, si era miedo a palabras ajenas en la espalda o qué demonios podía ser. El caso es que estaba seguro que debía ser ella quien acabase la relación. O en su defecto, pillarla en una infidelidad para que las cosas cayeran por su propio peso. Casi prefería esto último. Así la ruptura sería inevitable, y, además, me aseguraba de que su corazón estaba ocupado y, por tanto, no volvería a haber ninguna posibilidad de reconciliación no deseada por ambas partes e impuestas por las fuerzas de la costumbre. Cuánto daño hace la costumbre y la estúpida moral que nos enseñan de niños. También es un peligroso enemigo el conformismo. No luchar por lo que se quiere, o, en este caso, por lo que no se quiere, implica grandes dosis de dolor y de frustración. El cúmulo de miedos que se acumulan en algo que quizá sea el alma es tan variado y diverso que consigue en casi todos los casos paralizar las acciones convenientes y convincentes. ¿Le haré daño si la dejo? ¿Llorará? ¿Me hará sentir como un cabrón? ¿Me afectará eso? Preguntas tan estúpidas como esas acuden a la mente y paralizan nuestros nervios. Aparte del miedo a la soledad que nunca he entendido. ¿Qué hay de malo? ¿No es mejor dormir, quizá después de haber sufrido la tensión de querer decir una palabra y que encontrar sino a un muro blanco para decírsela? Quizá hasta esperes una respuesta en esa frustración.
Incluso soñaba que me tenía que agachar cuando pasara un avión para evitar no romperme los adornos, era tal la ansiedad de que aquello terminara que en los instantes en los que el subconsciente toma el mando, recreaba la escena tan deseada y esperada, la escena que haría imposible un retroceso, la escena que me le liberaría por siempre del presente no deseado. Todavía hay algunos estúpidos que consideran su honor ultrajado ante una infidelidad sin saber que, interpretaciones de infidelidad hay tantas como mentes ¿pensantes? existen en el mundo. Hay personas que piensan que por sentirse atraído ante una persona por cualquier atributo irresistible, ya se está cometiendo una infidelidad a la palabra dada de pertenecer a alguien toda la vida. ¿Eso no es una especie de esclavitud? ¿No se terminó por abolir definitivamente? Yo deseaba firmemente pertenecer a ese grupo de hombres ultrajados en su honor porque su pareja que, reconozcámolo, no es tal, se entregue en cuerpo y alma a un Robin Hood que me liberara de las cadenas que el miedo o la cobardía no eran capaces de romper.
Navidad, cena de empresas. Día de libertad. Con excusa por supuesto. Una noche en la que puedo ser yo, aunque mis amigos a los que he perdido por mis obligaciones conyugales no estén. No he vuelto a aquella pizzería de barrio donde tantas y tantas charlas se mantuvieron. No hemos vuelto a quedarnos hasta el anochecer en la playa para luego ir al cine y terminar un día magnífico. Esos amigos no estarán en la cena, pero sí los compañeros de trabajo con los que misteriosamente, esa noche, parece que te han unido lazos de tiempo infinito. Se llega a un restaurante en los que tu atuendo es imprescindible, como si tu traje marcara el precio de tu valía o, incluso, de tu alma. La cena está asquerosa y la factura que la empresa paga para demostrar su arrogancia, es más asquerosa todavía. Luego un par de copas y a casa. Los baretos se llenan de glamour, de trajes, de música de tercera, te cnasas de ver mujeres que son otras mujeres por una noche, te cansas de la falta de valores, te cansas de la soledad. Y a pesar de lo que te espera al llegar, te quieres ir a casa.

No sé quien dijo eso de que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque puede hacerse realidad. Lo que tanto había esperado, lo que tanto había soñado, por fin se revelaba ante mis ojos. Ella se estaba dando el lotazo con un top model de las revistas. Y ahí volví a mi condición de hombre miserable. Me sentí humillado, ultrajado, y tantos adjetivos despectivos se les ocurran a ustedes. Se estaba cumpliendo mi sueño y dice la tradición que los sueños, si se cumplen, te hacen ser feliz. A mi lado pasó una chica de largos cabellos negros y ojos verdes como un mar turquesa. Preciosa. Pero me sinceré conmigo mismo. Mirarla no hacía más que confirmarme que aunque hubiera pasado una fregona con dos globos, también me hubiera fijado en ella simplemente como venganza al ultraje de mi honor sin darme cuenta que aquella convivencia ya había ultrajado mi honor hasta el límite de no poder caer más bajo. Pero no importaba, no importaba el hastío, el desencanto, la desilusión... Sólo importaba el presente. Y el presente era que me la estaban pegando. A pesar de que hacía una eternidad que ya no recuerdo que había dejado de considerar a aquella persona mi compañera sentimental para considerarla, simplemente, compañera de convivencia envuelta en fatigas. ¡Qué mala son las costumbres y lo qu nos enseñan desde pequeños! Mi sueño hecho realidad y un profundo malestar recorriendo cada partícula de mi ser. Sigo Estrellado en el Mundo se hundió un poco más en el pozo de los sin remedios, que no son capaces de encontrar el camino hacia el equilibrio de la feliciidad ni aún cuando su sueño se está cumpliendo delante de sus narices.

3 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

Quizá no lo deseaba tanto como Sigo creía.

Juanjo dijo...

Es posible, Treinta Abriles. Sigo todavía no nos ha mostrado hasta dónde puede llegar. Yo me inclino a pensar que todo lo que uno absorbe desde pequeño permanece latente e incluso condiciona la actuación ante un caso como éste.

Parecido es el caso del empeño humano en mirar el exterior siempre. ¿No tendrá algo que ver que desde que tienes uso de razón la televisión te bombardee con imágnees de modelos exuberantes y hombres cercanos al canon de la perfección? Con la mente ocupada en ver lo guapos que son los de la tele, parece que no aprendemos a mirar un poco más allá. Sigo Estrellado del Mundo es un claro ejemplo de todo esto y seguro que nos seguirá sorprendiendo en el futuro.

Treinta Abriles dijo...

Lo que dices de la televisión, puede ser cierto. En nuestras propias carnes lo sabremos. Casi, podemos decir, que somos la generación que creció con la televisión, de manera "popular".

La primera llegó a mi casa al nacer yo.