miércoles, 7 de enero de 2009

El destino viajero

Muchas veces, supongo que a todos nos ha dado por pensarlo. Esas parejas compuesta por dos individuos de diferente raza o etnia. Incluso de dos puntos alejados del globo. Y luego todo es lo que es. Algunos casos salen bien y otros no tanto. Pero el hecho de que sus caminos se hayan encontrado supone algo, ¿verdad? ¿Estaremos de verdad en manos de algo que nos mueve y nos pone dónde tenemos que estar? Da igual el medio. Algunos dicen encontrar el amor en un chat de internet. Y la gente piensa que es más fácil. Pero, ¿cuántas páginas hay que ofrezcan un servicio de chat? ¿Cuántas salas y/o categorías? El hecho de que dos personas, una en el polo y otra en el meridiano, coincidan en un momento determinado cuando en un sito son las diez de la mañana y en el otro las cinco de la tarde, en un lugar de chat concreto, no deja de ser un acontecimiento extraño. Todo esto se escapa a mi escasa, por no decir nula, comprensión y voy a cuidar las dos neuronas que me quedan, vaya a ser que se declaren en huelga y entonces sí que iré listo...
Yo estudiaba francés en una academia y ella entró en el aula una tarde de enero. Con ello entró la primavera en la pequeña aula en pleno mes invernal. Después de la pertinente presentación por parte del interrogatorio de la profesora. Cuando yo hube de presentarme me limité a decir Je m'appele Sigo. Menos mal que no dije mis apellidos, hubiera sonado a broma y esta chica además de guapa y elegante, parecía refinada. Supimos que se llamaba Aurora y que vivía aquí destinada por trabajo. Era de un pueblo de Segovia, que ahora mismo, no recuerdo. Llevaba tres años viajando con cierta frecuencia. Había cambiado seis veces de ciudad, lo que nos da un viaje cada seis meses por motivos laborales. Y por supuesto, una adaptación a la ciudad nueva y a las costumbres que pudiesen tener sus ilustres habitantes. Y lo cierto era que Aurora se destapó como una chica culta y hábil en los idiomas; cuando dominara el francés sería su cuarta lengua extranjera. Ya sabía inglés, alemán e italiano. Y no le quedaba mucho para dominar la lengua vecina. Hablaba con bastante fluidez y por descontado, nos daba mil vueltas a los pocos alumnos que había en la academia.
Fue una tarde, que la señora profesora nos puso en parejas para desarrollar una conversación sobre un tema libre, cuando Cupido comenzó a planear otra vez hacer de las suyas. Hablamos sobre "La Celestina" Aún recuerdo mis ridículos intentos por no aparentar el zoquete que soy, no sobre "La Celestina" que en aquel tiempo, recién acabada de leer, me la sabía a las mil maravillas pero sí con mi nivel del idioma vecino, que no llegaba ni de lejos, al de Aurora. Mantuvimos una conversación aceptable sobre Calisto, Melibea, Sempronio, Pármeno, Areúsa, Elicia, Pleberio, Alisa y la vieja alcahueta. Aurora pensaba que ningún ser humano es tan subnormal de matarse por amor. Yo, en aquel tiempo, pensaba que sí, que hay amores tan grandes que te llevan a la caja si no es correspondido. Es curioso que después de tantos y tantos golpes, yo, creyendo que amor sí se podía morir, siguiese vivo... Los sin remedios somos así. La profesora preguntó si pensábamos que Shakespeare se fijo en "La Celestina" para el final de su "Romeo y Julieta" Aurora dijo que no, y yo me callé. El paralelismo existe, sí, pero no creo yo que porque al final el malo muere, todas las películas son iguales.
Era una tarde de domingo, llovía y la casa se me hacía demasiado pequeña. Acabé de leer "La noche del eclipse" de mi muy querido Joan Manuel Gisbert, y decidí ir a uno de los pocos rincones con encanto de mi asquerosa ciudad. El salón de té me recibió aquel día con una fragancia de azahar. La música de Enya sonaba de fondo a bajo volumen. Pedí mi pertinente batido de fresa, cerré los ojos e intenté respirar la paz de ese sitio, un verdadero oasis en medio del desierto. El camarero de casi todos los domingos me trajo el batido y se alejó. Vi una silueta que se levantaba de una esquina en penumbra. Se dirigía hacía mí. El corazón empezó a latirme con más fuerza cuando vi que se trataba de Aurora. Me saludó y yo me levanté para corresponder al saludo. Me preguntó si estaba solo, parecía obvio, pero de cualquier modo, asentí. Entonces ella pidió permiso para sentarse a mi lado, pues también estaba sola. Yo acepté encantado de tener a alguien con quien conversar. Y hablamos durante largo rato, sobre el Renacimiento, el Barroco y el periodo del Romanticismo. Estaba encantado de tener una compañera de charla de tanto nivel como Aurora. De hecho, ella pidió un café más y yo otro batido, esta vez, de chocolate. Me ofrecí a acompañar a Aurora a casa. Y mientras paseábamos por las calles húmedas del desierto mediocre que es este sitio, había momentos en que guardábamos silencio. Entonces se empezaron a asaltar las dudas. ¿Qué hace este ángel en medio de esta mierda de sitio? He estado a punto de dejar la academia este año, de hecho, estaba totalmente decidido, ¿por qué no lo he hecho? ¿Fue sólo por vivir este momento? ¿Hubiera conocido igualmente a Aurora si la hubiese dejado? Desde Segovia, eso está a unos setecientos kilómetros de donde estamos ahora. ¿Por qué tan lejos? ¿Por qué aquí? Mira que hay sitios a dónde podían haberla mandado. Y lo que le queda por viajar. Aurora es joven, tiene veintiséis años, ocho más que yo en aquel momento. Aurora ve que me estoy metiendo demasiado en mis pensamientos y me da un codazo. La miró y me sonríe con una dentadura perfecta. Es muy guapa esta mujer que camina a mi lado. Llegamos a su portal y nos despedimos. Cuando cierra la puerta para subir a su piso, empiezo a echarla de menos. Y me doy cuenta de que he vuelto a caer. Que el cabroncete del ser alado ya ha vuelto a hacer de las suyas. ¿Era verdaderamente necesario traer a un ángel de tan lejos para su diversión? ¿No le bastaba con una de las muchas que hay aquí? A partir de ahí, asistía a las clases de francés con más ganas y ánimos que nunca. Fueron instantes que siempre recordaré y los rituales del café y del batido del domingo también se extendieron haciendo que mi resistencia fuese cediendo cada día más y me planteara la posibilidad de decirle a Aurora lo que pasaba más que por mi cabeza, por mi corazón. Hasta que el día que, yendo a un rincón que se había vuelto más especial todavía, encontré un papel encima de la mesa donde siempre nos sentábamos. Con el corazón latiendo con fuerza, desenrollé el papel y con una caligrafía pulcra y delicada habían escritas palabras que se me clavaron como fuego.
Querido Sigo:
Todo ha sido demasiado precipitado. Pero cuando leas estas líneas ya estaré en mi nuevo destino que esta vez, al menos, está cerca de mi Segovia natal. Has sido el único amigo que he tenido en estos dos meses que ha durado mi estancia allí. Y te has portado, a pesar de tu juventud, como el más maduro de los hombres. Ojalá algún día podamos vernos de nuevo, pero tampoco esa hipotética vez, me despediré, no lo soporto y acabo con los ojos bañado de lágrimas. Una verdadera suerte haber coincidido contigo durante mi estancia.

Mis ojos también están bañados de lágrimas. EL camarero me trae mi batido de fresa y me dice:
-El viernes dejó la nota para ti. Estaba convencida que regresarías.
-Gracias por dármela.
Deja el batido sobre la mesa pero no puedo probarlo.Estoy seguro que la fresa y la nata que lo componen, nunca sabrán a lo mismo sin el café brasileño de Aurora al lado.

4 comentarios:

Laura Garza dijo...

Coincidir. Esa es la palabra mágica, verdad?

Me encantó tu manera de describir lo que pasó. Y tienes mucha razón. De hecho, me puedes explicar porqué el destino, las coincidencias, Dios o la divina gracia ha permitido que yo esté leyendote y opinando acerca de tu escrito? No... es imposible, pero asi es. De entre millones de cibernautas,, no se cómo entraste a mi blog y opinaste en mi relato, y me dio curiosidad de quien sería la persona que comentó, y mira, aqui me tienes....

Eso... no es coincidencia....

Juanjo dijo...

Hola Laura. Encontré tu blog por pura casualidad, Buscando semejanas con mis aficiones, di con el tuyo. Ya te dije que me gustó bastante la metáfora de la caja grande de las alegrías con la pequeña de las penas. Leeré tu espacio con asiduidad.

En cuanto a lo de las coincidencias, por ilógico que parezca, lo más lógico es pensar que existe algo que va poniendo las piezas en el camino de este inmenso rompecabezas.Luego ya nosotors vemos como las colocamos.

Treinta Abriles dijo...

Nunca sabrá igual el batido. Eso seguro...

La Celestina...

Juanjo dijo...

Creo que,de hecho, el lugar, que conserva toda su magia, no puede ser el mismo. De todas foras, es un sitio muy acogedor donde se puede hallar algo de paz.

Voy a releer la Celestina, apenas me acuerdo de nada y recordarla en este escrito ha despertado mi curiosidad.